Lo necesario y lo superfluo

Actuaciones de tala del ficus.

Actuaciones de tala del ficus. / INFORMACIÓN

Ernest Gil Gimeno

En Alicante, no pocas veces se tiene la sensación de estar inmersos en una función chusca que podría llamarse “Podemos prescindir de lo necesario, pero no de lo superfluo”.

A título de ejemplo: Estos días, en la plaza Navarro Rodrigo de Benalúa, varios operarios pertrechados de un brazo telescópico, sierras eléctricas y otros útiles de jardinería han estado repeinando seis ficus. Un trabajo preciosista, a la manera de los jardines de Versalles en los que se impone la geometría para “corregir los errores de la naturaleza”.

Deberíamos saber cuanto ha costado esa operación de estética jardinera y de qué manera se establecen las prioridades. Cuando ya es bien evidente el calentamiento global y que hay que ir tomando medidas para paliarlo, ¿el criterio para podar los árboles no debería ser favorecer la extensión del área de sombra?

Y, por otro lado, aceras con trapas hundidas, bases de farolas corroídas por orines, restos de registros destripados… siguen esperando semanas y semanas.

Cosas serias, muy serias, dotaciones sociales como el Centro sociocomunitario de Benalúa, el del Raval Roig, escuelas infantiles… están aparcadas sine die en algún limbo municipal.

Accesos al Parque del Mar, retirada de las vías del litoral, recuperación para la ciudad del antiguo Asilo, Parque Central, red de Centros de Día públicos… son otros hitos de diferente entidad insistentemente demandados por la ciudadanía consciente de necesidades inaplazables.

Pero el ayuntamiento está a otros menesteres: lo necesario puede esperar, lo superfluo no.

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