Ábalos juega la carta del Sánchez del «postsanchismo»

El político valenciano evoca la épica de resistencia del líder al que ayudó en 2016 y que ahora está lejos de él. Ábalos apuesta fuerte ante el convulso y frágil momento político actual

Sánchez y Ábalos, el 26 de noviembre de 2016, en el acto en Xirivella icónico del sanchismo.

Sánchez y Ábalos, el 26 de noviembre de 2016, en el acto en Xirivella icónico del sanchismo. / GERMÁN CABALLERO

Alfons Garcia

Alfons Garcia

26 de noviembre de 2016. Xirivella. Primer acto de Pedro Sánchez tras renunciar a su escaño en el Congreso. Tomaba pulso a la calle para lanzarse a la reconquista de Ferraz. Así sería. Más de mil personas lo arropan. No es casual que sea en Valencia. A su izquierda, José Luis Ábalos, el líder provincial en Valencia en ese momento. El dirigente que más ha apostado por él. «Me tendréis con aquellos que defiendan la autonomía del PSOE frente a los intereses económicos de la derecha, defendiendo un PSOE de izquierdas», clama Sánchez emocionado.

Más de siete años después, la relación entre el líder del PSOE y Ábalos está rota. Tanto tiempo andado y ese mismo tono, ese afán de resistencia que entonces se etiquetó como ‘el espíritu de Xirivella’, es el que sonó ayer en la sala de prensa del Congreso de los Diputados en boca del exministro, hoy diputado raso (veterano, quince años ya) que se resiste a dejar el escaño, como le pide su partido tras el escándalo por las mordidas que presuntamente cobró durante la pandemia su asesor y hombre de confianza. Koldo, sí, el famoso Koldo.

El Ábalos de estas horas evoca al Pedro Sánchez de 2016, el político acorralado por ‘los poderes’ que se resiste a ceder y está dispuesto a morir con las botas puestas si hace falta, con el orgullo por delante. Ya no es cosa de ideologías, sino de sentimientos. Ábalos conoce ese camino, lo ha pisado. Sabe que en esa senda empedrada también se puede ganar. Quizá le deslumbra y confunde ahora aquel triunfo. Quizá le inspira y anima.

Ábalos sabe que la línea que separa la derrota de la victoria es fina, que en ese hilo de alambre se puede vivir. Y salir airoso. A veces.

El político valenciano jugó ayer esa carta tras un fin de semana largo de reflexión. Y la jugó con convicción y credibilidad. Con lágrimas en los ojos. Ábalos quiere ser desde hoy el socialista incomprendido, el dirigente con agallas para bordear las normas por el partido y los ideales, el que incomoda a los poderosos y atrae a las bases. El que se planta ante «la cacería» de la derecha y «las posiciones acomplejadas de la izqiuierda». Ese es el papel, que algunos ya comparan con el de Philippe Rickwaert en la serie Baron Noir.

Ábalos se presenta en esta etapa como el Sánchez de 2016, el del manual de resistencia. La paradoja es que evoca el modelo del Sánchez de 2016 frente al Sánchez de hoy, cada vez más alejado del Ábalos de 2024, como demuestran las drásticas decisiones en las últimas horas de Ferraz, pidiendo el acta del exsecretario de organización y abriéndole expediente.

El líder socialista y presidente del Gobierno dejó caer a su viejo amigo en 2021. Por sorpresa y de todo, de ministro y de gobernador de Ferraz. Sin detalles. En este tiempo ha brillado la lejanía entre ambos. Ha quedado clara además recientemente, con el proceso de relevo de Ximo Puig. Sánchez señaló a la ministra Diana Morant, pero tuvo resistencia. Y Ábalos jugó en ese otro lado ahora, como apoyo y consejero de otro sanchista de primera hora, Alejandro Soler, de los que aún se dejan ver a su lado en los pasillos del Congreso tras el caso Koldo. Y jugó fuerte. Ferraz tuvo que intervenir en el último momento para detener el movimiento. Y le costó. La resistencia da a entender que, con la fragilidad actual del poder, amenazado por el resultado mejor o peor de la amnistía al ‘procés’, algunos han empezado a pensar ya en el tiempo después de Sánchez.

Además de las implicaciones judiciales y personales (solo podría ser encausado por el Supremo y mantiene su estatus laboral), la rebelión de Ábalos de ayer puede interpretarse en esa órbita del postsanchismo. Vuelve a arriesgar. «Me enfrento a todo el poder, de una parte y otra, y solo». Ese es el Ábalos de hoy. Juega fuerte. Juega a la épica.