Billmeier se impuso anoche gracias a su originalidad y energía escénica a los otros veinte finalistas, entre los que figuraban el anterior rey de la "guitarra imaginaria", el japonés Ochi "Dainoji" Yosuke, y los campeones nacionales de 16 países, desde Nueva Zelanda hasta Canadá pasando por Noruega y Sudáfrica.

Y es que la afición a tocar una guitarra invisible, que empezó como un simple pasatiempo practicado por amantes del "heavy metal" y el "rock and roll", se ha convertido en un verdadero fenómeno de culto con miles de seguidores en todo el mundo.

No es de extrañar, ya que las ventajas son obvias: cualquiera puede ser un virtuoso de la "guitarra de aire", no hace falta años de estudio y práctica, te permite sentirte una estrella del rock por unos instantes y, lo más importante, es imposible desafinar.

El propio campeonato mundial ha pasado de ser un absurdo festival de provincias en la remota Finlandia a convertirse en un acontecimiento internacional que atrae a medios de comunicación de medio mundo y que es seguido en directo por miles de personas a través de internet.

Sin embargo, ganar un campeonato de este tipo no es algo que esté al alcance de cualquiera. Para convencer al público y al jurado hace falta tener mucho carisma, bastante desparpajo y una puesta en escena lo más espectacular posible.

Según explican los organizadores en su web, tocar la "guitarra de aire" consiste en "rendirse a la música sin tener un instrumento real". Eso sí, se puede elegir entre "tocar" una guitarra acústica o una eléctrica, siempre que sea invisible, y entre hacerlo con púa o con los dedos.

Además, declaran que el objetivo último del certamen, aparte de pasarlo bien, consiste nada menos que en promover la paz mundial.

"Si todo el mundo tocase la 'guitarra de aire', las guerras terminarían, el cambio climático se detendría y todas las cosas malas desaparecerían. Por eso invitamos a todo el universo a tocar la 'guitarra de aire' por la paz mundial al final de cada campeonato", señala la convocatoria del certamen.

La canción elegida para esta catarsis pacifista, en la que participan tanto los artistas como el público, no podía ser otra que "Rockin' in the Free World", de Neil Young.