Algunos, como la "Perspectiva de Borromini", en el Palacio Spada, son muy conocidos y han sido estudiados durante siglos.

En uno de los patios del palacio, cuyo espacio era más reducido de lo que el cardenal Spada hubiera deseado, el arquitecto barroco Francesco Borromini creó un pasillo con columnas de 37 metros acabado en un jardín con una estatua de un guerrero a tamaño natural.

O eso es lo que parece desde la biblioteca, el lugar desde el que se debía observar: la realidad es que la columnata no tiene más que 8 metros y el guerrero mide apenas 60 centímetros.

Borromini consiguió este efecto mediante una serie de actuaciones como la reducción progresiva del tamaño de las columnas, las baldosas del pavimento y los rosetones del techo.

El suelo sube, las bóvedas bajan y las paredes laterales se acercan, consiguiendo que el espacio parezca más de cuatro veces mayor de lo que es en realidad.

Casi treinta años después (1666), el rival de Borromini, el arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini, utilizó una técnica muy similar para la renovación de la "Scala Regia", en el Vaticano.

Esta se encuentra en un lugar en el que los muros de los Palacios Vaticanos y de la Basílica de San Pedro convergen, y Bernini utilizó esta necesidad, junto con hileras de columnas que se iban acercando, para dar más majestuosidad a esta entrada al Palacio.

Muchas de las curiosidades visuales con que cuenta Roma tienen que ver con la cúpula de San Pedro del Vaticano.

En el siglo XVIII, el escenógrafo italiano Giovanni Battista Piranesi realizó la renovación de la entrada a la Villa del Priorato de Malta, sede de la Soberana Orden Militar de Malta, en la colina del Aventino, llevando a cabo un paseo enmarcado por árboles que finaliza en una terraza desde la que se divisa la famosa cúpula.

Desde la plaza que se encuentra delante del jardín el visitante puede disfrutar de una vista espectacular a través del ojo de la cerradura de la puerta de acceso a la villa, situado justo en el centro del paseo.

A pocos pasos de allí surge el llamado "Jardín de los Naranjos", cuya terraza también da sobre la cúpula, y el camino que llega hasta ella cuenta con una particularidad: si el caminante se acerca a la terraza, San Pedro parece cada vez más lejano, mientras que si se aleja, la impresión es que está cada vez más cerca.

La misma ilusión óptica se encuentra en otro punto de Roma, la Via Nicoló Piccolomini, en este caso de forma todavía más acusada, ya que se trata de una calle más larga.

La explicación de estos fenómenos, siempre en puntos altos con barrancos al fondo, es muy simple: desde el punto más lejano de la calle, el propio asfalto tapa a la vista el espacio entre la terraza y la cúpula, creando la ilusión de que están pegadas.

Pero, conforme el observador se acerca, comienza a percibir el espacio entre los dos puntos, haciendo que la cúpula parezca más lejana, y por tanto, más pequeña.

Todavía existen muchos más trampantojos en Roma, como la "cúpula" de San Ignacio de Loyola (pintada sobre un techo recto por Andrea Pozzo) o una de las ventanas del edificio de la embajada francesa, en el Palacio Farnese (asimismo inexistente).