La mutación en un gen regulador del apetito condena al pequeño Lu Zhihao a devorar sin control. El niño, natural de china, ya pesa 62 kilos con cuatro años. Sin embargo, su condena puede tener solución si se trata con leptina, una hormona que le ayudaría a recuperar el control de su apetito.

Al contrario que el resto de los casos más comunes de obesidad mórbida, en los que los desencadenantes de la enfermedad son ambientales y de varios genes, Lu debe sus incontrolables ganas de comer a un solo gen, que le hace perder el control de sí mismo. Por ello, ninguna dieta le serviría.

Este desorden genético fue descubierto en la Universidad de Cambridge, en 1997. Dos primos de origen paquistaní tenían una mutación en la codificación de la leptina. Una vez que se les suministra esta hormona, es posible controlarles el apetito.

Esta dolencia, en España, podría afectar al 3% de quienes padecen obesidad mórbida.