La semana pasada, me contactaron de un medio digital para preguntarme mi opinión sobre si el exceso de regalos puede tener un efecto contraproducente en los niños. Hace pocas semanas que se celebraron las navidades y todavía los regalos siguen despertando ese interés del principio en los niños. Además, debido a las restricciones a la movilidad y al consumo se ha incrementado el gasto de las familias en aquellas cuestiones que pueden consumirse en el hogar, principalmente libros, tecnología y juguetes.

Los regalos forman parte del proceso de crianza de nuestros hijos. Un regalo implica agradecimiento, calidez, sorpresa y sobre todo ilusión. Normalmente se regala en épocas determinadas como cumpleaños o Navidad, o con motivo de un suceso extraordinario como una buena nota en un examen o un trato con los padres. Y luego están esos regalos espontáneos e inesperados que precisamente por eso suponen una gran ilusión para los niños. La importancia de los regalos es su significado y sobre todo que su aparición es extraordinaria, vinculada principalmente a momentos y acciones concretas.

El uso de los regalos es una herramienta muy poderosa para los padres para cultivar la tolerancia a la frustración y la capacidad de espera. Casi todos los niños desearían poder tener acceso a regalos y sorpresas con la mayor frecuencia posible, incluso diariamente. De hecho, muchos niños con problemas de conducta suponen un reto a la hora de realizar tareas cotidianas como ir al supermercado puesto que de manera sistemática piden «regalos» como compras de chucherías o juguetes en cada visita.

Hacer regalos a tu hijo no va a convertirlo en un tirano, por supuesto que no. Pero sí que puede traer consecuencias negativas a mi hijo el hecho de que yo no le enseñe que hay momentos donde puede haber regalos, y momentos en los que no. También es importante aprender que la decisión de hacer un regalo la toma el que lo hace, y no el que lo recibe. Y que si nos comportamos de manera inadecuada con las personas, es posible que ellos no quieran portarse bien con nosotros. Estos 3 aprendizajes, mantenidos en el tiempo y aplicados en todos los contextos posibles, moldearán una personalidad en el niño caracterizada por la paciencia, la empatía, la capacidad de demorar la gratificación y la tolerancia a la frustración y el autocontrol.

La sociedad actual en la que vivimos y el ritmo de vida de los adultos provoca que las familias usen los regalos como una manera de «cubrir» esos huecos que dejan en la crianza por falta de tiempo o de energías. Papá te regala esto porque no ha podido ir a verte en el partido de fútbol. Mamá te regala aquello porque te prometió que te llevaría al parque de bolas pero no ha podido porque tenía mucho trabajo. Aquí los regalos se convierten en un arma perversa que alivia de culpa a los padres y a la vez crea en los niños la idea del regalo como obligación.

Por mi experiencia en mis años de trabajo con familias, os puedo asegurar que el mayor regalo para un niño es pasar tiempo con sus padres. Es chocante ver las caras de sorpresa de los padres en consulta cuando se le pregunta al niño por algún premio o reforzador y afirma cosas como: «Salir con la bici con mi padre el sábado».

Cultivemos el bonito arte de regalar y de ser regalado, pero no como un sustitutivo del tiempo de calidad con mi hijo, pues este es el regalo más grande que pueden recibir.

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