Ana y Olena llegaron este lunes a la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia (UV) algo después de las tres de la mañana. Iban de la mano. Unas manos que se han ido acercando poco a poco en un periplo larguísimo y desesperante hasta poder encontrarse. No venían a recoger a nadie esta vez, sino a ayudar con el idioma. A dar apoyo. A estar ahí.

"Ana, comenzó todo, los rusos nos atacan". Esa fue la frase que Olena, una chica de 23 años de la zona de Kiev, trasladó a su madre de acogida en València, Ana, el primer día que empezaron los bombardeos. Y ella no se lo pensó. "Vamos a Polonia a recogeros", le dijo Ana a Olena. Así fue, relatan. Pasó hace menos de una semana. Ana y Joana (la madre de acogida de la hermana de Olena) hicieron un par de bocadillos, visitaron a un notario para que les emitiera una carta de invitación por si había problemas al cruzar las fronteras y salieron de Valencia a las 20.30 horas del viernes 25 de febrero.

"La situación te mantiene despierta y en alerta todo el tiempo", dicen sobre un viaje de más de 24 horas

No había sueño "la situación te mantiene despierta y en alerta todo el tiempo", cuenta Ana. "La idea que teníamos es que saliera toda la familia, pero las cosas cambiaban cada minutos y en seguida prohibieron salir a los hombres. Olena tiene dos hermanos, su padre, la mujer de su padre tiene un hijo de 20 años. Entonces ya no era posible sacarlos a todos, aunque la idea inicial era traerlos y acoplarlos en casa como fuera", cuenta Ana.

Paralelamente a este inicio de trayecto, el padre de Olena la subió en el coche a ella, a su hermana, a la novia de su hermano, a un primo y a otra mujer (y también a dos perras) y "nos sacó de Kiev y nos llevó a Leópolis, cerca de la frontera con Polonia", dice Olena. El viaje, normalmente de una duración de ocho horas, se demoró veintidós. Pincharon un par de ruedas y reponerlas no fue fácil. La situación era estresante.

"Compartíamos ubicación y veíamos cómo avanzábamos y cómo se iba acortando la distancia entre nosotras"

Pero Ana y Olena estaban en contacto constante. "Teníamos la ubicación de cada una en la aplicación de mapas y veíamos cómo avanzábamos y cómo se iba acortando la distancia entre nosotras". En la frontera, Olena cuenta que pensaba que todo sería más fácil, pero nada más lejos de la realidad. Esperaron durante horas a la intemperie hasta que, entrada bien la noche y a muy bajas temperaturas, le pidieron al conductor de un autobús poder entrar y esperar dentro. Esa noche las chicas durmieron en el pasillo de un autobús de personas bielorrusas que volvían hacia su país. "El conductor nos dejó entrar. Era de noche y hacía mucho frío". Relata también que durmió con su perrita en el pecho, "estaba congelada".

Una vez en Polonia, voluntarios polacos les llevaron a una ciudad céntrica donde por fin se encontraron con Ana y Joana. Habían pasado muchos días. Durmieron en casa de una amiga de la hermana de Olena, se ducharon, descansaron y, al día siguiente, emprendieron el viaje a València. Ahora están tranquilas pero no pueden dejar de pensar en quienes se han quedado allí. Este lunes vinieron a dar la bienvenida a las más de 44 personas que llegaron a València de madrugada. Hoy, seguirán apoyando en lo que puedan, pero juntas.