Las grandes compañías destinan cada vez más y más presupuesto a la publicidad a través de influencers. Aunque muchos no entiendan dónde está la gracia de ver a jóvenes (y ya no tan jóvenes) hacer bailecitos, contar chistes, hacer gags o lip-dubs (sincronizar sus labios, gestos y movimientos con una canción o audio de otra persona), lo cierto es que tienen audiencias millonarias. Y lo que es más importante: con un perfil muy concreto, lo que permite a las marcas llegar a su público objetivo.

Lejos de los comienzos de la era tiktokera e instagramera en la que los líderes de opinión de estas redes se limitaban a promocionar estas marcas recomendándolas sin más, con los denominados "unboxing" o consumiendo o mostrando sus productos en sus vídeos, ahora las campañas se han sofisticado y son cada vez más originales e imaginativas.

Tenemos un ejemplo muy reciente de ello en la última publicación de la influencer alicantina Lara Fructuoso, que tiene casi 200.000 seguidores en Instagram, 450.000 en TikTok y 360.000 en Youtube. Una conocida marca de refrescos la ha elegido para protagonizar una campaña publicitaria, lo que en el mundillo se conoce y se marca eufemísticamente como "colaboración pagada":

"Disfrutando de momentos especiales, junto a mi amor en plena naturaleza, con una buena Fanta y snacks. Que, por cierto, combinarlos nunca fue tan divertido eh !!". Con ese vídeo, ese mensaje y unos emojis, campaña hecha. No falta la medida y esperada reacción de la cuenta de la marca citando a la influencer: "¡Una combinación perfecta y un plan inmejorable! Estamos in love".

Lleva unos 2.000 "me gustas" en cuatro días. Está claro que no tiene el alcance de una campaña televisiva (también es más barato), pero por contra es un público con mucho más engagement.