Cuidados

El infierno de la conciliación en verano: "Dejo de trabajar porque el campamento de los dos niños es más que mi sueldo"

Las excedencias por cuidado de menores se disparan en verano y casi nueve de cada diez son solicitadas por mujeres, lo que tiene un impacto en su carrera profesional, en su autonomía económica e incluso en su salud.

Imagen de archivo de un grupo de madres con sus bebés.

Imagen de archivo de un grupo de madres con sus bebés. / Joan Puig

Violeta Molina Gallardo

Norma es madre de un niño de 11 años y de una niña de 5. Este mes de julio va a hacer un parón profesional para cuidarlos porque la familia no puede permitirse el coste de mandarlos a un campamento, que supera su sueldo de trabajadora a tiempo parcial en un restaurante. Su historia es la de miles de mujeres en España: durante el verano las excedencias por cuidado de menores se disparan y casi nueve de cada diez las piden las madres.

En España, las vacaciones escolares duran alrededor de 10 semanas, mientras que las laborales suelen limitarse a un mes. Llevar a los menores a un campamento o contratar a una persona para que se haga cargo de ellos es "un privilegio" que pocas familias pueden asumir, como explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, la fundadora del Club de Malasmadres, Laura Baena, quien subraya que en este país "la conciliación está lejos de ser un derecho".

El eterno rol de cuidadora

Baena denuncia que "planificar el verano es otra de esas tareas asumidas por la mujer en su rol eterno de cuidadora, invisible, poco compartida con el hombre y que supone una gran carga mental": "Para la mayoría de las mujeres es agotador lo que suponen los juegos de la conciliación en verano -dice en alusión a Los juegos del hambre-, los malabares constantes, el privilegio pagado de los campamentos o la renuncia que suponen las excedencias o los permisos sin sueldo".

"La conciliación son las abuelas o es la gran renuncia de las madres, que nadie parece querer frenar. El coste de la falta de conciliación de las para las mujeres es altísimo", afirma.

En muchos casos, no queda más remedio que renunciar al salario para disponer de tiempo mediante una excedencia. Según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, entre junio y septiembre de 2022 se concedieron 22.173 excedencias para cuidado de menores, de las que más de 19.000 (el 88,7 %) las solicitaron mujeres. En todo 2022 hubo 59.446, un 88,9 % para ellas y sólo un 11,1 % para ellos.

La secretaria confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo de CCOO, Carolina Vidal, indica que estos permisos se disparan en verano porque "las prestaciones públicas para cuidados son absolutamente paupérrimas, pequeñas e infradotadas": "A la gente que no puede o no quiere tirar de familiares le sale más rentable pedir una excedencia y quedarse en casa que pagando recursos que no son públicos. Los que hay son privados y disparatados de precio. ¿Quién asume estos cuidados? Las mujeres".

Ellas cobran menos que ellos y socialmente siguen cargando mayoritariamente con el peso de los cuidados, por eso son las que dan un paso al lado en el trabajo para encargarse de los hijos en vacaciones.

Hay, sin embargo, dos lecturas positivas en el hecho de que las excedencias por cuidado aumenten (un 48 %, por ejemplo, en el primer trimestre de 2023 en comparación con el de 2022), y es que hay más mujeres trabajando y que quienes solicitan este tipo de excedencias tienen "mayor seguridad y estabilidad en el empleo", en palabras de Vidal.

"Que ayuden un poco"

Este año, Norma no ha tenido más opción que dejar de trabajar en julio para hacerse cargo de sus hijos. Su contrato es a tiempo parcial y el salario es inferior a lo que le costaría contratar a una cuidadora o llevarlos a un campamento. "Dejo de trabajar porque el campamento de los dos niños es más que mi sueldo", enfatiza.

Hace poco su familia se mudó de ciudad y en el nuevo sitio en el que viven no hay opciones de servicios de cuidados subvencionados ni asequibles. Esta madre solicita campamentos accesibles, que las administraciones ayuden "un poco", "no toda la responsabilidad, pero sí que ayuden un poco" y así ella no tendría que dejar de trabajar.

Vive en el centro de la península y confiesa que las jornadas con el calor son difíciles, no se pueden hacer muchos planes de ocio al aire libre y que los chicos en casa se chinchan y están más pesados.

La secretaria de Igualdad de CCOO sostiene que las suspensiones de la relación laboral "siempre tienen un impacto negativo cuando no son queridas", sino forzadas por las circunstancias.

En este sentido, la presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, Yolanda Besteiro, apunta que verse obligada a tomar una excedencia impacta a nivel profesional (en la promoción y las oportunidades profesionales), a nivel económico (menor cotización o ausencia de cotización, ausencia de salario y por tanto menor autonomía) y psicológico.

Baena, por su parte, afirma que la conciliación no existe: "La pagamos las mujeres con nuestros sueldos y nuestra salud mental. ¡Ya está bien! (...) El sistema nos penaliza porque nos hace creer que deberíamos llegar a todo, ser superwoman, cuidar, trabajar, asumir la carga mental y todo sintiéndonos unas privilegiadas".

Las dificultades para encontrar encaje a trabajo y cuidados lleva a algunas mujeres que tienen un régimen mixto de trabado en remoto y presencial, cuenta Besteiro, a cogerse de vacaciones los días que tienen que ir a la oficina durante el periodo estival, "renunciando a sus periodos de descanso con el impacto que eso tiene para su salud psicosocial: no desconectan, no descansan y el descanso vacacional no es un lujo, sino algo que se hace para nuestra salud".

"En la excedencia vuelves a estar sometida al principio de la alteridad, esto es, que las mujeres estamos para atender las necesidades de los demás en lugar de las nuestras, que es lo que permite desconectar, descansar y recuperarte para abordar el siguiente periodo laboral", asevera la presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas.

¿Qué se debería hacer?

La fundadora del Club de Malasmadres cree que la corresponsabilidad de los varones es hoy un imposible. Hay "padres ejecutores", expone, que hacen lo que sus parejas les dicen, "pero muy pocos hombres corresponsables que asuman el cuidado, invisible y visible, la carga mental, la planificación, que apuesten por dar un paso al frente, por dejar sus privilegios y avanzar en equipo".

En este sentido, Besteiro matiza que se está detectando que aquellos hombres que quieren conciliar o cogerse estos permisos en ocasiones no pueden, "son mirados mal por sus propios compañeros hombres" y por la empresa que tiene normalizado que estas excedencias son para mujeres.

Para dar pasos adelante, Baena estima necesarias la educación y leyes que sirvan de palancas de cambio para corregir la desigualdad. Y considera que el Estado debe responsabilizarse de los cuidados mediante políticas públicas bien dotadas, redes formales de cuidado y subvención de campamentos urbanos. Por parte de las empresas, espera que empiecen a entender el trabajo por objetivos, apuesten por la flexibilidad y favorezcan la adaptación de jornada.

Desde CCOO urgen a trabajar en tres dimensiones: la corresponsabilidad en las empresas mediante medidas obligatorias, financiar con gasto público el sistema de cuidados "para que las mujeres no se vean en la obligatoriedad de tener que elegir" e impulsar políticas de empleo digno para que a ellas no les salga más rentable interrumpir su carrera profesional para cuidar.

La presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas llama a que el Estado, las empresas y trabajadores y trabajadoras empiecen a abordar la falta de corresponsabilidad como un problema público de primera magnitud porque tiene "gravísimas consecuencias para las mujeres y para el propio desarrollo del país".

"Una vía de escape"

Raquel es madre de un niño que va a cumplir 7 años y ha cogido excedencias todos los veranos desde el nacimiento de su hijo: cubre julio con el permiso sin sueldo y agosto con las vacaciones. En su caso, la variable género no ha sido determinante: ella cobra más que su marido, pero él no tiene opción en su empresa de pedir excedencia por cuidado de menor.

"Los dos tenemos a la familia fuera. Al principio, empezamos a mirar opciones porque no nos apetecía enviarlo fuera y que los abuelos asumieran la carga de tenerlo un mes entero en verano. Era además pequeño para estar lejos tanto tiempo. Miramos campamentos, pero echando cuentas para que nos cubriera nuestras jornadas de ocho horas teníamos que dejar a mi hijo un montón de horas o recogerlo a las dos o las tres de la tarde, lo que nos obligaba a reducirnos la jornada. En nuestras circunstancias, nos podíamos permitir la excedencia, probamos el primer año y nos fue bien, así que he repetido desde entonces", indica a este periódico.

Raquel reconoce que su empresa le da muchas facilidades para disfrutar de la excedencia, que cogerla no la penaliza profesionalmente y que para ella es un momento de desconexión y disfrute con su pequeño.

"Egoístamente, me apetecía estar tiempo con mi hijo, que este tiempo de la infancia se pasa y no vuelve. Con la excedencia en julio puedo desaparecer de Madrid y huir del calor, porque nos vamos al norte, donde podemos ver a los abuelos y a los primos, que durante el año no tenemos muchas oportunidades de hacerlo", cuenta.

Al principio "fue una necesidad", ahora podrían apuntarlo a campamentos porque tiene otra edad, pero ella confiesa que la excedencia se ha convertido también en una "vía de escape" para ella.