Su rápida y decidida acción evitó que el asesino de Empar Barrón pudiera escapar, pero no por ello se considera un héroe. Es más, Pascual Campayo, el hombre que persiguió y retuvo al homicida hasta la llegada de la Policía resta importancia a su valiente gesto y todavía sigue lamentándose por no haber podido hacer nada por salvar la vida de la joven. «Lo que me duele es no haber podido salvarla. He pasado toda la noche sin dormir, no se me va de la cabeza la imagen de la chica», reconoce este hombre de 55 años que desde 1999 trabaja como escolta y vigilante de seguridad, actualmente en la empresa Halcón Seguridad.

«Cuando me asomé a la ventana al escuchar los gritos vi cómo un joven estaba agrediendo a una chica, pero en ningún momento le vi el cuchillo en la mano, parecía que le estuviera dando puñetazos», relata Pascual. «Si en ese momento hubiera visto el cuchillo habría saltado desde la ventana, es sólo un primer piso, para no darle tiempo», asegura.

«Me bajo que le están pegando a una mujer», le dijo a su hijo con determinación sin perder ni un segundo. Iván también bajó con él para detener al agresor. Una vez en la calle vieron salir corriendo a un joven con un «cuchillo tipo machete en la mano» y ambos salieron tras él.

«Por casi me atropellan», recuerda Pascual, que no dudó en quitarle una bicicleta a un hombre que pasaba por allí porque el asesino «corría más que yo». A la altura de la calle l'Alguer y después de gritarle que parara, «me tiré encima de él». Pascual lo colocó contra el suelo con las manos detrás «para evitar que se meneara».

En ningún momento llegó a agredir al sospechoso aunque al principio éste ofreció resistencia. «No lo hubiera matado ni mucho menos, pero en un momento en caliente se dicen muchas cosas», matizó Pascual. De hecho, gracias a su dilatada experiencia como escolta en el País Vasco, lo cogió y se lo llevó como si estuviera engrilletado sin causarle daño alguno, hasta que se cruzó con una furgoneta de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional, quienes detuvieron al sospechoso.

«Es mi novia, es mi novia», fue lo único que le dijo el presunto homicida mientras lo tenía retenido. Posteriormente le confesó: «Lo he tirado bajo los coches», refiriéndose al cuchillo. «Cualquiera hubiera hecho lo mismo en mi lugar», alega Pascual. Sin embargo recuerda cómo «pedía policía y la gente miraba y no hacía nada».