A Maruja Cuenca todos la conocen en Capuchinos. Madre de tres hijos, la llegada de la mujer a las tres y cuarto de la tarde, acompañada por su único vástago varón para reconocer el cadáver, secó las gargantas de los vecinos que a la sombra presenciaban ayer el levantamiento de cadáver. Ambos subieron al piso y al cabo de cinco minutos los gritos de desesperación, rabia y desconsuelo comenzaron a escucharse mientras los familiares abandonaban la vivienda en una dramática imagen que quedó grabada en la retina de todos los presentes y sólo el llanto de esta mujer rompía un silencio aterrador. En la esquina se fundieron en un abrazo con otros familiares y amigos y se marcharon. Para ellos comenzó ayer un largo calvario. M. A.