Los atentados de Barcelona y Cambrils son la última muestra de un método que los terroristas yihadistas están explotando con éxito desde que el 14 de julio de 2016 se iniciara en Niza la oleada de atentados en los que el arma principal es un vehículo a motor. Desde entonces, en poco más de un año, se han producido unos cuatro atentados similares de inspiración yihadista confirmada en Berlín, Estocolmo y dos veces en Londres. Además, está bajo investigación el atropello de seis militares en París del pasado 9 de agosto.

El fundamento teórico de este cruel e indiscriminado método de ataque no es nuevo. Fue Al Qaeda en la Península Árábiga (Aqap) quien formuló la idea en su revista de propaganda en lengua inglesa, Inspire, en 2010. Entonces instaba a usar una camioneta «como si fuera una cortadora de césped, no para segar la hierba sino para acribillar a los enemigos de Alá».

Sin embargo, ha sido el autodenominado Estado Islámico (EI) quien con más éxito ha insistido en esta táctica gracias a su potente aparato de propaganda en Internet. En el tercer número de la revista Rumiyah -Roma en árabe-que edita en inglés, publicado el pasado noviembre, animaba a sus adeptos a atentar con un vehículo pesado contra una multitud. Bajo el título de Just terror tactics -Solo tácticas de terror-, la revista aconseja sobre el tamaño y características del vehículo, cómo alquilarlo y hasta la mejor velocidad para hacer más daño, entre otros aspectos.

A diferencia de otro tipo de atentados, por ejemplo con armas o explosivos, los atropellos masivos están demostrando ser tremendamente difíciles de evitar. La complejidad logística se reduce al mínimo, al igual que los costes. A diferencia de las armas de fuego, para atentar con un coche o una furgoneta solo hace falta tener uno -ya sea propio, alquilado o robado- y actuar rápido.

Como muestra un botón: la furgoneta utilizada en el atentado de Barcelona es de una empresa de alquiler llamada Telefurgo, que exige para el alquiler de una Fiat Talento, como la utilizada en Las Ramblas únicamente 2 años de carnet, una edad mínima de 23 años y una fianza de 150 euros. Nada que una célula radicalizada y con un mínimo de organización pueda cumplir, como ha sido el caso.

Este terrorismo de «bajo coste» ya está teniendo sus efectos psicológicos de desgaste en la sociedad europea. Empieza a ser una estampa normal en las ciudades las patrullas policiales con armas largas, así como la instalación de bolardos y bloques de hormigón en áreas peatonales o en actos multitudinarios, como desfiles o cabalgatas, para impedir el paso a vehículos pesados.

Las impresionantes imágenes de caos y pánico que causa cada nuevo atropello masivo golpean el imaginario colectivo y sirven de acicate para los extremistas en espera.

Investigación internacional

Por otra parte, las fiscalías de Francia, Bélgica y Alemania abrieron ayer investigaciones por los nacionales de estos países que murieron o resultaron heridos en el atentado perpetrado el jueves en Barcelona, que dejó trece muertos y más de cien heridos, a los que se sumó una mujer española fallecida ayer por el ataque en Cambrils. Alemania ha confirmado 13 heridos, si bien no descarta que haya también fallecidos entre sus ciudadanos. Francia contabiliza 26 heridos, entre los que habría 17 graves. Bélgica ha registrado la muerte de uno de sus nacionales.

Además, el alcalde de Niza, Christian Estrosi, anunció ayer que propondrá celebrar en septiembre una cumbre de gobernantes de las principales ciudades turísticas de Europa con la intención de que se cree un fondo europeo para ayudar a estas localidades a enfrentar la amenaza terrorista. «Queremos organizar una gran reunión de alcaldes de grandes y medianas ciudades europeas, las que son más vulnerables por ser las más turísticas», sostuvo. Estrosi reveló que su intención es que se cree un fondo, financiado en parte por la Comisión Europea, para apoyar la lucha antiterrorista a nivel local.