Se acostumbra a utilizar la locución popular que da título a este artículo cuando se subestima la inteligencia de alguien a quien se pretende engañar: lo que hizo la acusada de matar al hijo de su pareja al minusvalorar la capacidad de la Policía para descubrir las mentiras que encerraba su relato de lo que ocurrió en su casa de Elda aquella tarde de agosto, la última con vida del pequeño Dominique. Esa y otras incongruencias que sacó a relucir la investigación y que hicieron que Alejandra pasara en casi un abrir y cerrar de ojos de pobre víctima a principal sospechosa.

No reparó la encausada no solo en que la Policía no es tonta sino en que en la Unidad Central de Inteligencia Criminal de la Comisaría General de Policía Judicial existe una Brigada de Análisis de Conducta especializada en la investigación del delito mediante técnicas de psicología. De haberlo sabido, no se habría inventado que dos hombres ataviados con cascos de moto les habían atacado a ella y al niño con tal profusión de detalles que unos contradecían a los otros. De su narración se podía deducir que el supuesto asalto de los moteros obedecía a un plan previamente establecido pero también que fue sorpresivo y sin planificación alguna.

Pero no fue el único error que cometió esta mujer en su huida hacia adelante para intentar despistar a los investigadores y desviar una atención que sentía sobre su cabeza. Otra explicación no tiene la carta en la que, simulando que está escrita por alguien que quiere ayudar en las pesquisas pero sin aportar pista alguna, deposita en el buzón de sus padres cuando no había trascendido a la opinión pública que ella y su pareja, y padre de acogida del menor, se habían instalado provisionalmente allí. Una misiva cuyo contenido, lejos de lo que Alejandra pretendía, se convirtió en un libro abierto en el que los investigadores disiparon las pocas dudas que les quedaban sobre su participación en el crimen. Simular no tener ni idea de ortografía y utilizar correctamente signos de puntuación y márgenes fue algo que no les cuadró a unos policías que, además de no ser tontos, trabajaron este caso a fondo.