No está lejano el día en el que solo existía una criptomoneda, el bitcoin. De ella fueron surgiendo muchas otras demás como hijas o evoluciones de forma que en la actualidad hay miles. En concreto 4.187, según el listado en CoinMarketCap, uno de los sitios web de referencia.

La inversión en ellas se está poniendo de moda. Gracias a algunas de esas criptomonedas, unas cuantas personas se han hecho multimillonarias en el pasado y muchos están obteniendo rentabilidades inusualmente altas en la actualidad. ¿Seguirá siendo así?

Para saber si de este pozo seguirá manando agua, no nos queda más remedio que escudriñar dentro del pozo: ¿Qué son las criptomonedas y qué justifica su valor?

Rápidamente dicho, las criptomonedas son objetos electrónicos que pueden ser poseídos e intercambiados con grandísimas garantías de seguridad, garantías fundamentadas en el esfuerzo colectivo de las personas que forman su base social (la de cada una de ellas).

¿Qué seguridad ofrecen las criptomonedas?

Según esa definición, los aspectos de seguridad de una criptomoneda afectan por un lado a su tenencia y por otro a su transacción.

En primer lugar, en cuanto a la seguridad de tenencia, el registro en el que está apuntado que yo poseo tal cuantía de una criptomoneda concreta, no está conservado centralizadamente por un custodio único (como sucede en el sistema bancario), sino en manos de muchos (modelo de ‘custodio distribuido’).

La impresión inmediata es que esto hace que el registro sea menos fiable porque así es fácil que cualquiera lo pueda cambiar según su conveniencia. Pero nada más lejos de la realidad: sucede justamente lo contrario.

Precisamente gracias a que todos esos custodios no confían entre sí, a que tienen intereses divergentes unos de otros y a que todos ven todo (la transparencia del registro es completa), es por lo que el registro es confiable.

Paradójicamente, estamos construyendo confianza a partir de desconfianza. ¿Cómo puede ser eso? En realidad, todos estamos familiarizados con esta forma de crear confianza.

Por ejemplo, es el mecanismo que hace posible los juegos de mesa tales como el parchís. En él, un jugador puede jugar contra otros tres porque, pese a que no confíe en ninguno de ellos, tiene amplias garantías de juego limpio. En efecto, siempre que no exista colusión entre jugadores, debido a que sus intereses son divergentes (cada uno quiere ser el ganador) y a que todos ven el tablero, el resultado es que todos vigilan a todos y, por tanto, todos pueden confiar en que nadie hará trampas.

Por cierto, este sencillo principio es la raíz profunda de blockchain, la familia de tecnologías que ha hecho posible las criptomonedas (así como otras cosas tanto o más interesantes que ellas).

Y, en segundo lugar, en cuanto a la seguridad de transacción, la forma en que yo ejerzo el control sobre la cantidad que poseo de una criptomoneda se basa en técnicas de antifalsificación cuya naturaleza es matemática.

Nos referimos a técnicas de Criptografía Matemática, cuya omnipresencia en todo esto es el motivo por el cual hablamos de criptomonedas, criptomonedas, criptoactivos, cryptoequity, cryptoutilities y demás “criptocosas”.

Sin entrar en detalles sobre estas técnicas, tengamos por seguro que pueden ofrecer garantías contra falsificación y robo iguales o superiores (netamente superiores, de hecho) a las del más seguro de los billetes.

Eso sí, la criptografía nos da seguridad contra los intentos de usurpación que sucedan dentro del sistema, pero en nada nos escuda de los robos fuera del sistema. En otras palabras, la criptografía no nos protege de los carteristas. Como en el mundo del dinero material, es nuestra entera responsabilidad seguir las pautas preceptivas para evitar que nos roben la cartera.

¿Qué valor tienen las criptomonedas?

La cuestión del valor, al contrario que la cuestión de la seguridad, no tiene una respuesta matemática. El valor no es una construcción matemática, sino una construcción social. Pasemos la historia del dinero a cámara rápida para verlo.

Primero existieron formas de dinero que tenían utilidad real y directa. Por ejemplo, la sal, que permitía la conservación de alimentos en climas cálidos mucho antes de que se inventasen los refrigeradores.

Después, el ser humano creó formas monetarias basadas en conferir valor a lo escaso por el hecho de ser escaso y no por su valor real. Por ejemplo: el oro.

Mucho más tarde, algunas sociedades crearon dinero fiduciario. Hablamos de los billetes o papel moneda emitidos por una autoridad política confiable y perdurable.

Esta historia nos enseña que, desde que el dinero dejó de estar representado por objetos con valor objetivo en sí mismos (porque satisfacían algunas de las necesidades del nivel inferior de la famosa Pirámide de Maslow), su valor se basa en la creencia de muchos o, lo que es lo mismo, en la convención social a nivel de creencias.

Vale, pero ¿qué valor tienen las criptomonedas?

Según lo que acabamos de decir, parece que estamos afirmando que el valor de las criptomonedas es puramente convencional y, por tanto, enteramente subjetivo (en realidad, intersubjetivo). Y esto nos sume en un relativismo radical completamente inútil.

Pero en realidad, no es así.

Es cierto que las criptomonedas basan su valor en la creencia colectiva (si no de todos, sí de muchos, cuantos más mejor). Pero también lo es que todas ellas tienen dos elementos de valor objetivables.

El primero consiste en la solidez tecnológica de la plataforma sobre la que se construye cada criptomoneda. De ella depende que dicha criptomoneda sea tan segura como hemos visto que puede llegar ser. Si no lo es, apaga y vámonos.

El segundo estriba en que todas las criptomonedas han sido construidas con una utilidad como justificación. Y dicha justificación puede ser honesta o deshonesta (ha habido estafas), inteligentemente diseñada o sin fundamento, visionaria o falaz. Claramente, esto afecta al valor de la criptomoneda.

Es cierto que la confianza colectiva genera confianza colectiva y, por tanto, propicia el incremento de valor. Pero también lo es que solo la genuina utilidad mantiene la confianza colectiva a largo plazo y, por tanto, es la base del valor a largo plazo.

El desacople entre lo que muchos creen y lo que en el largo plazo demuestra ser verdaderamente útil genera dos dinámicas extremas que todos conocemos.

Cuando la utilidad es alta y la creencia colectiva es baja, se producen dinámicas de ‘gran oportunidad’. Por ejemplo, la selecta minoría de personas que apoya una nueva tecnología que finalmente va a resultar útil, suelen terminar haciendo fortuna. Hay un sinfín de ejemplos: la electricidad, el vehículo privado de motor térmico, los motores de búsqueda en Internet…

Cuando, por el contrario, la utilidad es baja y la creencia colectiva alta, se producen dinámicas de tipo ‘burbuja’. Los últimos siglos nos ofrecen también muchos ejemplos. Por poner uno reciente, la crisis de las subprime.

Y, es cierto, en el mundo de las criptomonedas muchos de los creyentes precoces se han hecho ya ricos, millonarios o multitudinarios.

Sin embargo, la película de las criptomonedas aún no ha terminado: hay muchas; está por ver que todas sean útiles a largo plazo; está por ver que haya espacio de utilidad suficiente para todas, y entre tanto, no hay duda de que en este ámbito se dan las circunstancias para que se produzcan dinámicas de tipo burbuja y muchos pierdan grandes sumas.

Las criptomonedas requieren formación para entenderlas; son peligrosamente sexis en cuanto a su promesa de rentabilidad, y están directa y fácilmente accesibles a todo el mundo. Atención: exactamente las mismas circunstancias que catapultaron las subprime, pero en grado aún más elevado.

Warren Buffet, que algo ha demostrado saber sobre inversión y es uno de los máximos exponentes del paradigma de ‘inversión en valor’ (value investing), opina que las criptomonedas no poseen ningún valor y que, consiguientemente, son una historia que terminará mal.

Puede ser que se equivoque. Pero aun así seguiría teniendo razón en una cosa: antes de invertir hay que entender. Y que no haya duda a este respecto, entender las criptomonedas está al alcance de cualquiera.

Foto superior: Catálogo de pensamiento. Unplash.