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¿Qué le marca para cambiar de niño el balón por los cuentos?

El hecho de tener muchos libros en casa, pasar mucho tiempo allí y no tener los medios tecnológicos de ahora.

- ¿Y recuerda algún libro que le influ- yera en particular?

Más que algún libro, lo que tuvo mucha influencia fue la biblioteca de mi padre, donde había libros del siglo XIX con grabados. Esos grabados en blanco y negro me llamaban mucho la atención por los detalles que tenían, la definición y también porque me mostraban un mundo que venía de otra época. Eran un viaje en el tiempo.

- ¿Escribir libros infantiles es una forma de evadirse de la realidad?

No, me sirve para lo contrario, me sirve para cuestionarme qué es la realidad. Para mí un libro es una puerta. Lo que siempre evito es dar la realidad como algo sobreentendido, como algo que sabemos lo que es. Prefiero pensar que la realidad es una puerta que hay que cruzar para conocer qué es.

- ¿Qué le han descubierto los libros hasta ahora de esa realidad?

Sobre todo, la idea de que las apariencias no coinciden exactamente con la realidad. Siempre hay que ver qué hay detrás de las cosas. Por otro lado, en mis libros tengo como referente el teatro o esos espectáculos populares que iban por los pueblos donde se mostraban prodigios o cosas extrañas. Me atrae mucho el libro como un espacio donde muestras un aspecto de la realidad insólito, pero que te ayuda a cuestionarte y a conocer la realidad.

- ¿Se le pueden poner puertas a la fantasía y a la imaginación?

Sí, porque yo entiendo las puertas como algo que se abre y no como algo que se cierra. Tampoco discrimino entre fantasía e imaginación. Por otro lado, para mí las cosas son un conjunto de incertidumbres más que de certidumbres y la fantasía es una forma de explorar la realidad.

- Sus libros están cargados de críticas al consumismo, a la competitividadÉ ¿Va por ahí la moraleja de nuestros días?

Con un libro siempre tienes una gran responsabilidad porque puedes utilizarlo como un elemento propagandístico, pero creo ni la mejor idea del mundo justifica ese uso. En ese sentido, por ejemplo, tengo un libro donde aparece el tema del consumismo, pero no quiero adoctrinar a los lectores, sino explorar una dimensión fantástica. Los libros fantásticos no siempre tienen que hablarnos de dragones y princesas. Detrás de una lata de un supermercado puede haber algo extraño o perturbador, y ése es el terreno que me interesa. El objetivo no es convencer al lector de nada, sino producir ese estado de perplejidad que es mi punto de partida.

- Y todo ello con mucha ironía...

Sí, intento pasármelo bien porque si yo me lo paso bien es más probable que el lector se lo pase bien.

- Sus ilustraciones se caracterizan por sus formas redondeadas. ¿Se considera el Botero de los niños?

Nunca lo había pensado, pero sí que es cierto que me gustan las formas redondas, aunque creo que esas cosas no tienen explicación o si la tienen no la busco.

- ¿Y la estructura circular de sus obras guarda alguna relación con esas formas?

Puede ser. Me preocupa la forma y me gusta entender un libro ilustrado como un poema donde hay palabras, imágenes o sonidos que se están repitiendo. Me interesa crear ritmo, pero desde las formas hasta la estructura.

- ¿Por qué siempre se ha considerado la literatura infantil de segunda clase?

Quizás porque la literatura infantil arranca en un momento en el que los niños no tienen el protagonismo que tienen ahora. En aquel momento se les instaba a bajar a la calle y ahora, todo lo contrario. Además, los cuentos para niños surgen como un entretenimiento popular que no va acompañado de un aparato crítico. Luego, en la época presente hay un reconocimiento mayor, pero, sin embargo, la literatura infantil se ve obligada a compartir el espacio con otros medios que son mucho más dominantes, como la televisión, los videojuegos o los ordenadores. Por tanto, no es una cuestión de prestigio, que creo que sí que lo tiene, es una cuestión de hábitos lectores.

- ¿Qué papel juega el escritor a la hora de abrir las puertas al mundo de la lectura?

Creo que hay otros profesionales que tienen esa responsabilidad, como los bibliotecarios o los animadores a la lectura. Para mí, el principal aliciente para hacer un libro es mi propia curiosidad. Si pensara en esa responsabilidad, me abrumaría y no podría hacer nada.

- ¿Qué hay que tener de niño para escribir literatura infantil?

Mucho, pero planteárselo ya es muy adulto. Por eso, no me planteo si soy un niño o un adulto o si trabajo para niños o para mayores.