Junto a Nuria, Rocío, Stella, Jorge, Cristina, Inés, Carolina, Andrea y Rocío, profesoras de Magisterio las dos primeras, alumnos el resto, se subió al avión que hace unas semanas les llevó hasta Dakar (Senegal) para un proyecto educativo, sin saberlo ellos, un ilustre acompañante: Nelson Mandela. No era para menos. Viajaban hasta África para mostrar lo mejor de sus conocimientos en Educación, occidental, pero Educación.

Y es que durante los diez días que permanecieron en las escuelas de Educación Infantil y Educación Primaria en Dijkesse (Bignona), hubo dos frases del otrora presidente sudafricano y premio Nobel de la Paz que verbalizaron a todas horas y que compendian el porqué de su profesión futura: «La Educación es el arma más poderosa del mundo» y «Ningún país se puede desarrollar hasta que sus ciudadanos sean educados».

La experiencia de encontrarse cara a cara con «mucha pobreza, mucha hambre, y miseria», con un sistema educativo en el que prevalece, como asegura Nuria Andreu, una metodología memorística, dogmática y de repetición, sin apenas recursos materiales, y donde existe el castigo físico como medida de corrección, no amedrentó a los miembros de la expedición.

Tampoco cuando comprobaron que muchos de los casi 70 alumnos por aula en Primaria «no llevaban almuerzo ni merienda y los que llevaban era una bolsa de pan rallado, o un zumo para compartir entre varios que se iban poniendo en las manos, o unas bolsitas pequeñas que llevaba como un lípido gelatinoso hecho de agua con una fruta seca de allí».

No, se vinieron abajo, porque como asegura Rocío López, también profesora de Magisterio en el CEU, como Nuria, «aunque lo más probable es que antes o después haya un abandono, disminuyendo radicalmente la posibilidad de tener un futuro digno, el futuro de estos niños y de sus familias está en salir del analfabetismo, estudiando desde el primer momento».

Como así se lo hicieron saber al consejero de Educación del Departamento de Bignona al que le sugirieron, entre otras posibilidades, la conveniencia de pasar al trabajo grupal, en favor del desarrollo de habilidades sociales y comunicativas; el uso de materiales didácticos manipulativos, que favorecen los aprendizajes y estimulan la motivación; y atender a la diversidad: a los diferentes ritmos de aprendizaje de los alumnos, a los alumnos con dificultades..., sin perder de vista el refuerzo escolar, la educación emocional, la creatividad y la motivación.

Y a ello se aplicaron estos docentes y los ocho alumnos que los acompañaron. Cristina Fuentes es una de las alumnas que se han percatado de que «tanto alumnos como profesores tienen ganas de aprender y mejorar, al igual que nosotros, y he confirmado la importancia del juego para el aprendizaje y de la facilidad que tenían para entenderlo y lo bien que se lo pasaban en este caso aprendiendo».

Y es que, como asegura Inés Mira, «poco a poco se pueden conseguir hacer cosas muy grandes. Con muy poco se puede hacer mucho y no toda la importancia se apoya en los materiales que han recibido sino en la formación del profesorado para aprender el uso se los mismos». La importancia del profesorado también la destaca Stella Doménech: «Más que aprender yo diría que he desaprendido. Nosotros íbamos con muchas actividades preparadas que tuvimos que ir adaptando sobre la marcha debido al nivel de los alumnos. Mi aprendizaje es que el mejor material que podemos ofrecerles a los niños somos nosotros mismos, los maestros».

Y es que la combinación de ese proceso de «desaprendizaje adaptativo» con las extraordinarias condiciones de pobreza y escasez de recursos no los desanimó, seguramente por las constantes sonrisas y la permanente pasión de los cientos de niños y niñas con los que convivieron durante once días. A la vuelta se han traído eso, y algunas cosas más. Obvias, pero inimaginables cuando partieron.

«Se aprende a valorar más las cosas, te hace madurar como persona y aprender nuevos valores», asegura Carolina Cutillas tras la experiencia. Para Andrea Bolivar, «en Senegal el nivel de pobreza es muy alto, pero el nivel de amor, de cariño hacia los demás es enorme. Todo el mundo nos ha tratado desde el primer momento de llegada como si fuéramos familia, nos han dado amor siempre, amor que nos llevamos en nuestros corazones». Jorge Llinares vuelve a España con algunas certezas más de cara a su futuro trabajo como profesor: «En mi vida profesional esta experiencia me va a ayudar a sobre todo a no distinguir a ningún alumno según su diversidad, que ya no lo hacía, pero después de este viaje se ha afirmado este pensamiento».

A Rocío Priego la experiencia africana le ha sacado de su «zona de confort» y le ha mostrado que en un futuro «la falta de algún tipo de material no va a ser un impedimento para realizar una actividad. No conformarme y siempre buscar la mejor manera de enseñar y formarme constantemente».

Un proyecto educativo solidario en colaboración con la ONG GUP

Más de 300 kilos de material didáctico y escolar y unas cuantas toneladas de ilusión llevó la expedición del CEU a Senegal. Un proyecto educativo que entronca con el espíritu de voluntariado que impregna a la Universidad CEU Cardenal Herrera, un componente social y ético, un compromiso con la diversidad de realidades sociales en desventaja.

Tanto Nuria Andreu como Rocío López lo tienen claro: el voluntariado social y profesional es un complemento necesario para la formación humana integral. En este caso, la misión CEU Senegal: compartir sonrisas, en colaboración con la ONG GUP, que ya está desarrollando muchos proyectos de mejora de la zona de Bignona, tenía como objetivo general que los alumnos, futuros maestros, vivieran una experiencia de cooperación internacional, con un proyecto de Educación solidario que les permitiera conocer y comparar otros entornos sociales y educativos, sirviendo como instrumento de reflexión sobre el diseño e intervenciones en propuestas de mejora futuras y aprender haciendo, implementando metodologías activas sobre el terreno y creando materiales didácticos.

Y, sobre todo, «que los estudiantes sean, a partir de esta experiencia, aún más sensibles respecto a problemas sociales, más comprometidos con las necesidades de los demás y, al mismo tiempo, mejoren su autoestima, la seguridad en sí mismos y sus habilidades sociales».