- Desde que abrieron la Casa Galilea, Cáritas asumió que a veces se quedaría gente fuera. ¿Nunca han tenido que alojar a más personas de las que cabían?

Unas veinte o treinta se han quedado sin plaza. El invierno pasado hubo alerta por frío y la Casa Galilea de Orihuela ofreció sus salas para alojar a tantos como fuera necesario. Pero era una situación extraordinaria, tenemos permiso de Conselleria para diez personas.

- Siempre han subrayado que no son una casa de acogida al uso.

Si fuéramos una casa de las de dar un bocata y un billete de tren (sin el programa de reinserción), podría parecer más cómodo, se puede entender que la gente pasa menos tiempo en la calle y "molesta" menos. Habría, seguramente, menos personas tocando a otras puertas cuando estamos completos, pero esto no se creó para resolver todos los problemas de toda la gente sin hogar que pasa por Orihuela. Se trata de trabajar por la dignidad y la reinserción.

- ¿Aún son el único recurso para gente sin hogar en Orihuela?

Sí, antes los padres franciscanos tenían una sala, pero desde entonces se vio que era un colectivo importante y se pensó en hacer algo para que puedan salir de donde están, tratar de acompañarles en un proceso del que son protagonistas y responsables. Andamos con ellos el camino, pero no somos los listos tras una mesa que les dicen cómo.

- Cuando abrieron estaban pendientes de subvenciones municipales. ¿Se ha resuelto ese tema?

Se ha firmado un convenio renovable cada año con Bienestar Social. Nos dan una partida presupuestaria para nuestro proyecto, pero somos una entidad privada, el Ayuntamiento tiene que hacer algo, sobre todo cuando no tiene otro recurso en la ciudad.

- La casa se construyó gracias a una herencia privada cedida. Qué más ayuda reciben?

Tenemos el respaldo de Caja Murcia, la CAM y Caja Madrid. Ha venido mucha gente anónima a aportar un donativo, o a hacerse socios. Lo importante de eso es que la gente ve lo que hacemos y cree que merece la pena.