Un desfile lúdico y divertido de gigantes y cabezudos que llega cada año anunciando las fiestas patronales en honor a la Inmaculada Concepción. Desfile de niños y de mayores que acompañan a los más pequeños, donde mandan el tamboril y la dulzaina en las manos expertas de los Maestros de Beniel, Antonio y Benjamín Morales. Y donde se baila y se canta a voz en grito aquello de "los garbanzos torraos" entre carreras de los gigantes y el público adolescente con más ganas de marcha.

La Charamita, genuina y profundamente enraizada en el folclore más típicamente torrevejense, es la Lilí, el Ogro y el Lobo, además de varios cabezudos recurrentes que se mueven en ese mundo de lo grotesco, su común denominador, y que lo mismo representan a Groucho Marx que a una princesa de cuento. Es el centro de una dimensión festiva mágica que congrega cada día anterior al ocho de diciembre a cientos de personas en horario de mañana y tarde, y donde además de música se necesita un alma con pies para guiar esta especie de procesión a la carrera, y con inteligencia para transmitir lo más grande de los pueblos: tradición. Por eso para José Antonio Ferrández Fructuoso, guía y sabio conductor de la Charamita, torrevejense hasta la médula, hablar de ella son palabras mayores. Los gigantes y cabezudos "son el alma de las fiestas patronales, porque la gente se implica con este festejo entrañable, sencillo y de toda la vida". Como la suya, que lleva desde su niñez bailando tras el "charamitero", Ahora, con cincuenta y un años, dándole el sentido justo a un desfile que en sí mismo no lo tiene. La alegría que genera a su paso esta peculiar comitiva es algo constatable para Ferrández: "Por donde pasamos las gente sale a la calle, y pretenden que en un mismo día pasemos por todas las calles. Se moviliza todo el pueblo. Es una tradición que pasa de generación en generación".

Y de eso no hay duda porque además de su hermano, su padre, que ya formaron parte de La Charamita, ahora son sus hijos Aitor , Rubén y Samuel quienes le dan vida al Lobo, a la Lilí y al Ogro, mientras otros miembros de su familia y conocidos de confianza ponen a bailar a los cabezudos. "Gente humilde", apunta Jose Antonio quien habla también de la pericia que se necesita para manejar a los gigantes. "Antes eran mucho más pesados porque el armazón era de madera de 70 kilos encima. Ahora se han aligerado. Son de aluminio, pero hay que tener cuidado con las carreras por si algún chicón te pone la zancadilla". Y ahí está la experiencia de José Antonio, para ordenar el desorden de la Charamita, indicar cuando hay que correr y cuando mantener la compostura, cuando se detiene la marcha y cuando se da rienda suelta para contestar a las provocaciones y a los insultos, que todo está permitido "dentro de unos límites" aunque, aclara, "a la gente hay que darle lo que pide, si pide carrera, carrera, y si piden beso, beso, si no fuera así no sería la Charamita". Alocada, irreverente a veces, transgresora, y a la vez tierna, infantil, inseparable de las fiestas de La Purísima. Esa es la sabiduría del maestro, saber cómo hay que llevarse a la gente de calle.