Desde el antiguo muelle del «Turbio» de Torrevieja, zarpó antes del alba, rumbo a la pesca del atún, la embarcación «Joven Manoli» con sus tres tripulantes habituales. Cuando anochecía sobre el mar y la ciudad, volvió la nave a su punto de partida con un marinero muerto y un superviviente. El resto se dio por desaparecido en el mar.

A veces no importan los matices de los hechos, lo realmente significativo es la huella, el recuerdo que de ellos perdura en el tiempo. Tanto en lo logros, a lo cuales se apunta todo el mundo, o en los fracasos, siempre huérfanos de autoría y casi nunca asumidos por nadie.

Al final las historias más difundidas y cacareadas siempre las escriben los mismos, los que tienen y pueden. Frente a esta evidencia, existen la memoria personal o colectiva, los recuerdos y leyendas transmitidas oralmente y de forma generalizada que perduran en la mente y en el corazón de las personas.

Un patrón marinero y pescador de Torrevieja, hombre llano, franco y todo corazón, me relató no hace mucho esta historia familiar acaecida en la costa torrevejense. Ocurrió allá por la dictadura de general Primo de Rivera. No he investigado, pero sí he rastreado por las redes sin encontrar nada escrito sobre aquel trágico suceso.

Tan sólo he logrado constatar el nombre de la pequeña embarcación donde tuvieron lugar los hechos. El patrón me relató la versión que él oyó contar sobre aquella tragedia acaecida en el seno de sus antepasados.

A parecer, el «Joven Manoli» con sólo dos de sus tripulantes logró un «pesquerón» de atunes, muchos, muchos atunes.

Como era y sigue siendo costumbre en algunos de los barcos pesqueros de este pueblo y entre los hombres enrolados en ellos, quien se queda en tierra algún día sin un motivo muy justificado no cobra, y además adeuda al patrón su aportación a la seguridad social.

La versión contada por el único sobreviviente al llegar con el cadáver a tierra fue que se originó una rebelión a bordo. Una pelea originada por el pescador que el día antes se había quedado sin cobrar su parte, sin la ganancias del pescado vendido. En la reyerta uno murió y él y quien inició la pelea cayó al mar y se le dio por desaparecido.

Muchos años después y en una ayudantía marina de Ceuta o Melilla, uno de sus funcionarios sacó a relucir ante marineros de Torrevieja esta historia. Siempre quedará la duda de que pudiera ser un descendientes del marinero del «Joven Manoli», dado por desaparecido en el mar.

Lo escrito pretende a ajustase a lo que me narró Manuel Juárez Sala, armador y patrón del pesquero de cerco «Rosa María Juárez» a quien, junto con «su brava tripulación», como escribió en un poema Rafael Alberti, quiero tomarme la licencia de manifestarles, a todos, mi más sincero agradecimiento por su intervención con motivo de un hecho puntual -que no viene a cuento relatar ahora aquí-.