Un terremoto de grado 6 en una mina de Cox. Ocho personas heridas, atrapadas e incluso fallecidas. Los derrumbamientos van acompañados de incendios generados por la combustión del material de la mina. En mitad de este caos, el Grupo de Intervención Psicológica de Emergencias y Catástrofes (GIPEC) trata de atender a las víctimas mientras que la unidad canina de rescate Ecos se emplea a fondo en localizar a las víctimas. Una misión nada fácil, teniendo en cuenta que la réplica del seísmo no se hace esperar.

Este es el argumento del simulacro realizado ayer en las canteras de Cox, y en el que los profesionales del Colegio de Psicología de Alicante aprendieron a enfrentarse a este tipo de situaciones en el que el dolor físico se une al dolor de las catástrofes y las víctimas necesitan atención para asumir la tragedia. Para los profesionales de Emergencias, estos simulacros son fundamentales para entender la dimensión del drama al que han de afrontar, mientras que para los perros especializados en rescates supone todo un entrenamiento para la vida real.

De hecho, uno de los canes ha participado en rescates en Ecuador, Colombia, Chile e incluso el terremoto de Lorca. Localizar heridos, fallecidos y personas sepultadas mediante el olfato es fundamental en este tipo de situaciones donde los efectos del seísmo apenas dejan margen de búsqueda a los equipos de Emergencias. En el operativo participaron ocho figurantes, dos perros de la unidad canina, y varios psicólogos del GIPEC, tal y como señaló a este diario Mónica Rocamora, jefa de la unidad canina Ecos.

El realismo de la escena dejó escenas de auténtica desesperación, «gracias al trabajo de los figurantes, que a pesar de que era la primera vez que realizaban el simulacro, han contagiado la angustia incluso a los que estábamos coordinando la actividad».