La costa de Orihuela ha sufrido alteraciones brutales en las últimas décadas, difíciles de asimilar para quienes crecimos disfrutando de un litoral que todavía mantenía muchas de sus playas intactas y en el que no se había superado la capacidad de carga de las ya artificializadas. Jugábamos en playas de dunas ahora sepultadas bajo el cemento, buceábamos en calas desiertas en las que hoy es complicado encontrar hueco, paseábamos por acantilados naturales que se han convertido en paseos marítimos asediados por los edificios. De todos estos lugares que conservamos en la memoria, sólo Cala Mosca ha conseguido salvarse de la vorágine especuladora que ha vendido nuestro territorio al negocio del ladrillo.

La construcción masiva del litoral consiguió ser el motor de nuestra economía local durante muchos años, con un amplio consenso basado en la falsa creencia de que se dinamizaba la economía en beneficio de todos. Con el estallido de la burbuja inmobiliaria, se comprobó que este negocio no sólo había supuesto la destrucción de parajes naturales de gran valor medioambiental, sino que la riqueza generada se repartía de forma muy desigual: lo que para unos cuantos fue extraordinariamente rentable, se tradujo en un modelo demasiado precario e inestable para la mayoría. Muchos de los que en su día vivían gracias a las migajas que dejaban los promotores todavía sufren las consecuencias de la crisis. No es casualidad que un reciente estudio del INE muestre que la Vega Baja y la Marina Alta -con economías basadas en el turismo residencial- son las comarcas con mayor riesgo de exclusión social de la provincia. Para agravar la situación, la ciudad construida bajo el único criterio de la especulación carece de servicios básicos e infraestructuras para garantizar una vida digna a sus habitantes, problema que sólo se compensaría con inversiones públicas millonarias.

El análisis crítico del pasado y el convencimiento de que no se puede volver a repetir un error similar ha conseguido cambiar el discurso general. Ya es de consenso que es necesario encontrar un nuevo modelo de crecimiento con garantías de estabilidad a largo plazo, sostenible y respetuoso con la vida. Como todo proceso de cambio estructural, pasar de un modelo urbanístico de crecimiento expansivo a un modelo urbanístico de contención y dignificación de lo que existe -que favorecería la desestacionalización del turismo, redirigiría el sector de la construcción a la rehabilitación y potenciaría el fortalecimiento de otros sectores económicos- requiere de una firme voluntad política que permita romper con las inercias del pasado. También de una gran solvencia técnica para superar barreras administrativas y, sobre todo, de mucha valentía para enfrentarse a los espacios de poder consolidados, pues quienes se enriquecieron con el expolio de nuestro territorio no van a ceder voluntariamente sus privilegios adquiridos.

Este es el contexto en el que se enmarca la lucha por la conservación del entorno de Cala Mosca, una vez más amenazado por la construcción inminente de 1500 viviendas, que no sólo destruirían de forma irreversible el último kilómetro de playa virgen de Orihuela, sino que agravarían el abandono al que se ven sometidos miles de vecinos de la costa que viven como ciudadanos "de segunda", sin acceso a centros culturales o deportivos, con colegios construidos íntegramente de barracones, sin servicio de correos, alcantarillado, mantenimiento de parques y jardines, conservación de calles, alumbrado público y un largo, deprimente e indigno etcétera.

Como cada vez que se inicia una lucha contra "lo establecido" -que no lo justo, o lo racional- se erige una barrera de cuestiones técnicas aparentemente inquebrantables con las que los poderes públicos y empresariales justifican lo injustificable. Proteger la "seguridad jurídica" de la Administración y evitar indemnizaciones millonarias al promotor han sido los argumentos que se han esgrimido hasta la fecha en relación al proyecto de Cala Mosca. Lo cierto es que no es sencillo, pero existen opciones que permitirían paralizarlo, todas ellas enmarcadas en la legislación vigente. Podría exigirse desde la Administración autonómica que, antes de la aprobación de cualquier plan urbanístico, se garantizaran los estándares mínimos de servicios básicos e infraestructuras que estamos lejos de cumplir en nuestro término municipal. Podrían estudiarse los incumplimientos de contratos anteriores que el promotor responsable del proyecto de Cala Mosca ha adquirido con el Ayuntamiento de Orihuela, con el fin de protegernos jurídicamente ante una eventual denuncia por su parte. Se le podría exigir al promotor un Estudio de Impacto Ambiental decente y serio, que no localice las áreas de juego y equipamientos allí donde se concentra un mayor número de ejemplares de las especies de flora y fauna protegidas como solución para su conservación. Se podría, incluso, estudiar si la cuantía de esta posible indemnización supera la cantidad de dinero que habría que invertir en Orihuela Costa si quisiéramos generar condiciones de vida dignas para sus habitantes, o incluso si quisiéramos preservar la calidad de nuestras playas y de nuestra oferta turística.

¿Se puede parar Cala Mosca? Se puede. No sería la primera vez. Contamos con un Consell que ya ha demostrado tener convicción ideológica y discursiva en sus planteamientos para un nuevo modelo urbanístico. Lamentablemente, para conseguir parar este proyecto hay que destinar muchos recursos públicos y energía, por tanto esta decisión no se tomará en función de qué es lo más justo o sostenible, sino en función de la capacidad que tengamos de demostrar que existe conciencia ciudadana y sentido común. Desde Cambiemos Orihuela hemos activado todos los mecanismos institucionales posibles para conseguirlo, desde el Ayuntamiento de Orihuela al Parlamento Europeo. Pero no es suficiente. Por ello nos movilizaremos gente muy diversa la mañana del domingo 5 de marzo allí mismo, en Cala Mosca, para reivindicar que en Orihuela no queremos ver desaparecer nuestra última playa virgen bajo el ladrillo. Está en nuestras manos. El 5 de marzo, #SalvemosCalaMosca.

Marta Guillén

Concejala de Cambiemos Orihuela

@_martaguillen