"Annus horribilis" es una expresión latina, traducible como "año terrible". Aunque la frase se utilizó en 1891 para describir a 1870, año en el que la Iglesia católica definió el dogma de la infalibilidad papal, esta expresión es empleada cuando al finalizar el año las cosas no han salido como se esperaban. Desde este medio y en esta misma columna, el pasado 19 de enero -cuando nada hacía presagiar el año que estamos viviendo- yo ya los advertía y presagiaba, un año horrorosamente malo.

Porque, solamente por aquello de las casualidades, el calendario 2020 es el mismo calendario que el del año 1936. Aquel año que también fue bisiesto como lo este de 2020. Para más inri, la Semana Santa de 1936 coincide con la de 2020. Pero si en el año 1936 no hubo procesiones pasionales -pues el templo fue incendiado el 3 de marzo- este año tampoco por la Covid-19. En julio de 1936 hubo un golpe de estado al que siguió una "incívica" Guerra Civil, que duró tres años.

Ahora, entrada del verano de 2020, estamos inmersos en una crisis económica que no ha hecho mas que empezar y no sabemos cuando será su fin, mas aun en una población como Torrevieja en la que un gran número de sus habitantes viven del sector servicios y de la hostelería, aquejada en estos meses por el confinamiento, el miedo a los nuevos brotes y a la nueva normalidad.

Pero ¿cómo fue el verano de 1936? ¿cómo se recibió aquel verano que comenzó con una sublevación contra el gobierno establecido? El 17 de julio llegaban a Torrevieja los niños que, procedentes de una colonia escolar de Madrid, tenían la intención de instalarse en Torrevieja para disfrutar de un fresco verano junto a la playa. No pudo ser, se truncó su estancia con el bélico acontecimiento. Volviendo la cabeza atrás, muy distinto fue el veraneo en Torrevieja en el año 1935. El escritor Julio Ugarte, autor de 'Odisea en cinco tiempos: guerra, prisión, confinamiento, resistencia, exilio', escribió el 3 de agosto de 1935, desde Badajoz la siguiente carta añorando aquella Torrevieja tranquila de los años treinta: "¡Torrevieja! No hay pluma capaz de cantar tus bellezas. ¡Son tantas! Quien ha tenido la dicha de ser acariciado por tu sol y por tu brisa y ha rozado a tus hijos siempre nobles y desinteresadamente buenos, no puede sacudirse la nostalgia que produce al verse separado de ti. ¡Cuánta luz! ¡Cuánta alegría! ¡Que derroche de mujeres guapas! Parece como si las blancas pirámides de sal que surgen de tu suelo sazonasen el carácter de tus lindas hijas. ¡Qué saladas son!

Eres hospitalaria hasta la exageración. Tus visitantes veraniegos experimentan la satisfacción de tu cariñoso trato; tus aguas acogedoras rizadas al soplo de la apacible brisa, golpean los cuerpo flotantes de las bellas ondinas que te eligieron por playa favorita. Tu Casino de acabada arquitectura y porte señorial destácase como blanca y gigantesca ave marina abriendo sus amplias alas en actitud acogedora. En él y con marcado sello de refinada democracia alternan todo en amigable, aun más, fraterna camaradería. ¡Cuán bello espectáculo! ¡Cuánto diera por verme acogido en su regazo!

A muchas leguas de ti, rincón encantador, no pasa un solo día, que no te recuerde con toda la exaltación de mi alma. ¡Cuánto de echo de menos Torrevieja querida Un azar de mi carrera, me privó de verme en ti, cuando tenía la casi seguridad de conseguirte! ¡Paciencia y paciencia!

Al volar de mi torpe pluma acuden a mi mente, tus para mi tan sagrados recuerdos; tus limpias y alegres casas; tus amplias y alineadas calles; tus bellos paseos; tus envidiadas salinas, tu mar, tu playa, tu cielo, tus hijos, pescadores; legítimos lobos de mar, de rancio y acrisolado abolengo; tus nobles obreros curtidos por la sal que manipulan todo, absolutamente todo lo tuyo, lleva y tiene para mí, el sello de la grandeza y simpatía y si nada hay comparable en el campo de las manifestaciones del corazón, como el amor filial, puedes creer en que te tengo y como madre cariñosa, apropiarte aunque nada valgo, de mi y considerarme al menos, como uno de tus hijos adoptivos por derecho propio".

Y ya metidos en julio de 2020, queda por conocer si la alegría por la reapertura de los bares y restaurantes, tras más de dos meses de cierre por el Covid, ha dado paso al temor ante que el público no salga de sus casas y no acuda establecimientos de restauración y bares. El sector de la hostelería se pregunta en este momento si lo peor está aún por llegar. ¿Quién recuerda el bullicio y la animación en bares y terrazas? Paro laboral, hambre, enfermedad.Lo dicho, 2020 además de bisiesto, "Annus horribilis".