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La Riá

Los puentes viejo y nuevo

Los puentes viejo y nuevo Antonio Luis Galiano

La presencia de puentes en Orihuela es consubstancial con la propia historia de la ciudad. Su orografía forzaba de alguna manera su existencia, pues era una forma de salvar el cauce del río para unir el casco histórico con el Arrabal de San Agustín por poniente y la huerta por levante atravesando la zona conocida como la Barrera del Matadero. Era como decía el «Diccionario de Autoridades» de 1737, la manera más sencilla de poder salvar el agua mediante una fábrica de piedra o de madera sobre el río. Hay una leyenda que, al parecer sólo queda con esta consideración, en Lagos de Moreno, en el Estado de Jalisco (México), en que fue necesario construir un puente para cruzar el río cuando las aguas bajaban embravecidas, mientras que si el nivel era bajo se circulaba por el cauce. Para la financiación de la construcción del puente una vez fabricado, se adoptó el sistema de peaje, pero los vecinos dejaban de utilizarlo circulando por debajo del mismo para no pagar al descender las aguas. Entonces, se instaló un letrero que decía: «Este puente se hizo en Lagos y se pasa por arriba». Quede ello como anécdota, al igual que lo es el recuerdo de aquellas películas en los que el puente ha sido protagonista, como el que se construyó sobre el río Kwai, los de Madison, el de Willamsburg en «Érase una vez América» de Sergio Leone.

En muchos viajes, nos hemos quedado prendados de la belleza de varios puentes. Recuerdo a algunos de los treinta y siete que cruzan el Sena, al encantador Vecchio en Florencia, a los de Gustav Eiffel en Oporto y Budapest. Sin olvidar el de Brooklyn en New York y el Puente Cescio que nos introduce en el mágico Trastévere en Roma.

Pero, en nuestra ciudad también hemos podido disfrutar de puentes que, sorprendentemente, cambiaban su nombre de viejo a nuevo, cuando años después se construía otro. Y veíamos puentes, como por el que se accedía a la villa tal como se aprecia en la miniatura del «Cartulario de Orihuela», o aquel mismo a la mitad del siglo XVIII en los grabados de Joseph Vicente Alagarda y Juan Fernado Palomino.

Recordemos que en la riada del 12 de octubre de 1797, el Puente Nuevo (Levante) que existía de sillería y que había sido construido, en 1616, por Agustín Berardino, se vino abajo, construyéndose otro posteriormente de madera.

El día 8 de octubre de 1834, a las cuatro de la tarde, como tantas veces a lo largo de la historia, una nueva riada asolaba a la ciudad inundando gran parte de ella, teniendo que recurrir a la protección divina, lanzándose el ramo de la Virgen de Monserrate a las aguas para que descendiera el nivel. Debido al furia de las aguas se arruinó el Puente Viejo (Poniente) que era de piedra y de un solo arco, sobre el que se apoyaba la Casa de la Ciudad. Debido a ello, tras varios proyectos a fin de reedificarlo que no llegaron a buen fin, el obispo de la Diócesis se ofreció al Ayuntamiento para hacerse cargo de la construcción en el mismo lugar de un puente de madera que permitiera el paso de carruajes. Así, el canónigo Juan Alfonso de Alburquerque, dando cuenta de todo ello, añadía que también el prelado acometió la habilitación del puente de madera (levante) que existía al próximo a la Posada de Pisana, siempre y cuando que dicho Ayuntamiento invirtiera veinte mil reales que tenía previsto destinar para ello. La ejecución de las obras se llevó a cabo bajo la dirección del religioso lego capuchino residente en el Convento de Monóvar, fray Antonio de Benimassot. La construcción del primero de esos puentes se inició el 19 de mayo de 1835 y concluyeron el 15 de julio. Mientras que los trabajos del segundo comenzaron el 19 de agosto, siendo ejecutado como nuevo, y entrando en funcionamiento para el tránsito el 30 de septiembre. Con lo cual, en esos momentos podemos calificar a ambos puentes, de Poniente y de Levante, como nuevos.

Pasarán aproximadamente diez lustros, hasta que La Unión Agrícola acomete una serie de obras, entre ellas la ampliación de la actual calle del Arzobispo Fernando de Loazes, con objeto de construir una avenida desde los Hostales hasta la Estación. Para ello, según Aníbal Bueno Esquer se acometió la construcción de un puente de hierro que fue proyectado por Mr. Dogrelat, cuyas obras se iniciaron el 30 de julio de 1886 y las pruebas de carga se efectuaron en febrero del año siguiente, soportando ochenta carros de arena, bajo la supervisión del ingeniero provincial Juan de Dios Miró Moltó, padre del novelista Gabriel Miró. A partir de entonces dicho Puente de Levante pasaría a ser reconocido como Nuevo.

La historia de los puentes oriolanos se alargará en el tiempo y, en otra ocasión trataremos más sobre ello.

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