Las preguntas de varios estudiantes de Mutxamel y Alicante a una víctima de ETA: "¿Has tenido alguna vez sentimiento de venganza?"

Cientos de alumnos de varios institutos de la provincia participan en unas jornadas para sumergirse en los eventos históricos más negros de nuestro pasado más reciente

Santos Hipólito Santiago, víctima del atentado que ETA cometió en Santa Pola en el año 2002, narra cómo vivió la tragedia a unos estudiantes que durante un rato se olvidaron de sus móviles

Alumnos participantes en unas jornadas de historia contadas por jóvenes.

Alumnos participantes en unas jornadas de historia contadas por jóvenes.

«¿Has podido hablar con los familiares de los asesinos?» «Después de tu experiencia, ¿estarías a favor de la pena de muerte?» «¿Has tenido alguna vez sentimiento de venganza?». Estas fueron algunas de las cuestiones que le plantearon alumnos de 4º de la ESO y de 1º de Bachillerato de los institutos IES L’Allusser, el IES Mutxamel y el IES Playa San Juan a Santos Hipólito Santiago, una de las víctimas del atentado que ETA cometió en Santa Pola en el año 2002.

Su sobrina de seis años fue una de las asesinadas en un atroz crimen, uno de los 3.500 que la banda perpetró mientras estuvo activa. Una época marcada por el miedo que en mayor o menor medida sintió algún ciudadano durante aquel largo periodo en el que el grupo criminal segó miles de vidas de la manera más cruel. Sin embago, el mayor horror en nuestro país (y en toda Europa) no fue ejecutado por este grupo criminal, sino por células yihadistas, que el 11 de marzo de 2004 hicieron estallar cuatro trenes en Atocha y mataron 192 personas.

Por mucho tiempo que pase, aquella negra mañana siempre parecerá ayer en la memoria de infinidad de personas. Todos recordamos qué hacíamos, dónde estábamos, cómo nos enteramos... Pero por difícil que sea de creer (y de asumir), hay una generación de jóvenes, alguno de ellos, ya próximos a la adultez, que nacieron en los años posteriores al 11M y que son ajenos a un horror que solo conocen por los libros de historia.

Conceptos alfanuméricos que recogen las fechas más oscuras de los últimos tiempos, como el mencionado 11M o el tan inolvidable como doloroso 11S, o nombres como ETA o Bin Laden que han estado presentes en la mente colectiva que comparten millones de individuos, no forman parte de la base de datos de las nuevas generaciones, cada vez más ajenas a un concepto imborrable: terrorismo. Precisamente, para que su huella, el recuerdo de sus víctimas y el respeto a sus familias siempre esté en el lugar que merece, ayer se celebró en la casa de Cultura de Mutxamel una jornada de historia contadas por jóvenes.

El acto sirvió para hacer un recorrido por los sucesos que han marcado la actualidad durante los últimos años, tanto en España como en todo el mundo. La cita permitió a centenares de alumnos familiarizarse con unos hechos a los que miran desde la atalaya de un presente que no está tan lejos de las sombras de aquel duro pasado. El caso de Irlanda del Norte, los Grapo, el origen del conflicto entre Palestina e Israel o el terrorismo en Colombia fueron algunos de los asuntos que se trataron en un evento que permitió calmar el ansia de conocimiento de unos adolescentes, que agradecieron la oportunidad y afirmaron que el evento les ha impulsado a querer descubrir otros pasajes y episodios de nuestra historia.

Las jornadas se desarrollaron durante algo más de cuatro horas en las que los jóvenes no siempre superaron la tentación de no mirar las pantallas de sus móviles. "Unas cajitas tontas pegadas a la mano", como las definió una de las docentes organizadoras, que invitó a guardarlas cuando subió al escenario Santos Hipólito Santiago, para que los alumnos pudieran aprovechar una "experiencia única". El testimonio del hombre conmocionó a los presentes, que guardaron silencio ante la voz todavía marcada por el dolor de una víctima de ETA, que narró con todos los detalles como vivió aquella tragedia.

"No quiero tener odio, no podría ser libre"

El invitado no hizo reparos en su discurso, en el que compartió cómo su hijo, de tres años entonces, "chorreaba sangre", cómo vio que a su sobrina "se le había caído una pared encima, solo se le veía la cabecita" o cómo el desastre le impidió percatarse de que él tenía "toda la espalda llena de metralla". La crudeza de su relato fue la antesala de un lema contra la violencia que el hombre materializó con sus propias palabra: "Ni perdono ni olvido, pero no quiero tener odio, no podría ser libre".