Desplazándose por la autovía, entre los industriales municipios de Ibi, Castalla y Onil, llaman poderosamente la atención unas extensas plantaciones en las que destacan unos frutos de tamaño más que considerable. Se trata de las calabazas, un cultivo que en la Foia de Castalla ha encontrado unas condiciones idóneas, lo que ha permitido que se sitúen en primera línea nacional en lo que a calidad se refiere.
Uno de los principales productores, José Torres, de Torres Gisbert SL, explicaba que en la comarca se cultivan dos tipos de variedades. Por un lado se encuentra la calabaza cabello de ángel, de la que se producen 3.000 toneladas, y que como su propio nombre indica se destina básicamente a la elaboración de este dulce tan habitual en los roscones de reyes o las ensaimadas mallorquinas. Esta variedad se cultiva entre los meses de octubre y la época actual.
Las 1.000 toneladas restantes corresponden a la blanca valenciana, de la época estival, que se manipula para, entre otras finalidades, ser un ingrediente principal en los turrones de frutas. Esta variedad se pela y trocea en la misma Foia de Castalla para comercializarla en agua.
Según resaltaba Torres, «la nuestra es una de las zonas productoras más importantes de España, básicamente por la gran calidad de las calabazas». En este sentido, cabe reseñar que compite por el mercado nacional con otras áreas como Valladolid, Murcia, Zaragoza o Andalucía, donde este cultivo también se encuentra presente.
La sequía ha reducido este año la producción alrededor de un 15%, y además ha obligado a intensificar los riesgos, lo que ha incrementado los costes para los agricultores.
Respecto a la superficie destinada a este cultivo, manifestó que «se encuentra estancada. Nadie lo ha dejado, aunque es cierto que la crisis también nos ha afectado y que cuesta más vender».
Con todo, la calabaza de la Foia, al menos de momento y pese a las dificultades, parece que tiene el futuro asegurado merced al prestigio obtenido en los distintos mercados.
