Usted hablará en Alicante de la psicosis, ¿puede el psicoanálisis ayudar a curar patologías tan graves como un trastorno bipolar o una esquizofrenia?

Es una orientación que Jacques Lacan siempre ha dado a los psicoanalistas: "no retroceder ante la psicosis", es decir encontrar el modo de entrar en contacto con aquellos que, por sus miedos, su discurso extraño, su desconfianza, no consiguen simplemente, establecer un lazo social y, por eso, se encuentran excluidos. Pero tiene usted razón al utilizar el término "ayudar" puesto que, a menudo, el psicoanalista no puede él solo apaciguar o tratar el dolor moral, la angustia de aniquilación, pruebas terribles a las que se encuentran confrontados los psicóticos.

La manera de curar de un psicoanalista, ¿es muy diferente a la del psiquiatra?

Sí, pero también son complementarias. El psicoanalista se centra en una relación de confianza con su paciente en un trabajo relacional, a partir de la palabra. Es la herramienta que utiliza a partir de lo que ha aprendido en su propio análisis. Escuchar el sufrimiento del paciente, su relación con sus allegados, pero también, simplemente, con sus semejantes, debe permitir desenredar conflictos que se añaden al sufrimiento o, a veces, son la causa del mismo. El psiquiatra, del que se espera también que escuche a su paciente, se centrará más en el tratamiento de los síntomas. El psicoanalista apuntará más a que el sujeto se haga actor y responsable de su vida.

Palabra frente a medicamentos, ¿esta frase podría resumir las diferencias entre ambas disciplinas?

No se trata de la palabra contra los medicamentos. Cuando es necesario, trabajamos en coordinación con los psiquiatras o los médicos que prescriben medicamentos. Cada uno tiene su lugar y función, y cuando cada uno respeta el lugar del otro, el enfermo se orienta muy bien. La relación con el psicoanalista permite también a los pacientes implicarse y responsabilizarse más respecto a su tratamiento farmacológico.

Hay gente que guarda cierto temor hacia el psicoanálisis porque dicen que te hace cuestionar hasta los fundamentos que creías más sólidos en tu vida, ¿qué opina?

Es verdad que el psicoanálisis sigue siendo, en este mundo en el que todo está reglado para el "bien de cada cual", una aventura. Es necesario cierto valor para lanzarse a ello. A veces, justamente, se trata de un enfoque que permite tratar cierta cobardía que puede resultar insoportable en la vida cotidiana. Para empezar un análisis es necesario sentirse, al menos, un poco responsable de lo que nos llega en la vida. En otras palabras, es necesario saber lo que uno quiere para su propia vida. El psicoanálisis permite eliminar obstáculos que impiden el desarrollo de proyectos personales.

Lo que no se habla o se cuenta, ¿nos puede llegar a destruir mentalmente?

Creo que usted va demasiado lejos proponiendo destruir. Pero de cualquier modo tiene usted razón al pensar que lo que está callado, los "secretos de familia", las mentiras, la sumisión a órdenes o promesas de callarse, van en contra de los deseos de un sujeto y reaparecen bajo una forma u otra: síntomas, malestar, angustias, conductas de fracaso, etc.

¿Los padres son siempre responsables de nuestra forma de afrontar la vida y los problemas?

Veo hacia dónde quiere ir. Va usted a decirme que los psicoanalistas hacen responsables a los padres de todo lo que va mal en sus hijos. No se trata para nada de esto. Recibir, hablar, trabajar con los padres no tiene nada que ver con culpabilizarlos. Pensamos que, por supuesto, el entorno en el que hemos vivido nos ha influenciado. En el crisol que constituye la familia, se han forjado nuestras personalidades, se han vivido emociones, sentimientos, a veces contradictorios: amor, odio; solidaridades, egoísmos; complicidades, rivalidades. Cada niño habrá reaccionado de forma diferente. Nosotros, psicoanalistas, tomamos en cuenta estos aspectos del entorno familiar tratando de despejar para cada sujeto, uno por uno, la parte que le corresponde de la manera en que ha llegado a ser lo que es.

El psicoanálisis, ¿está pasado de moda?

Me gusta su forma de plantear la pregunta utilizando la imagen de la moda. Es más elegante que anunciar, como ocurre desde que Freud inventara el psicoanálisis, su muerte certera o que está a punto de desaparecer. Los psicoanalistas trabajan sin cesar: en sus consultas, en los servicios hospitalarios, en las instituciones para niños, en las cárceles, en las ONGs, en la calle... Están allí donde sujetos que sufren piden que se les reciba y escuche. ¿Ante quién podemos quejarnos, confiar nuestro malestar sin que nos proponga un "prêt-à-porter" de felicidad para todos? El psicoanalista sigue trabajando "a medida". Cada uno es libre de querer fundirse en lo colectivo o de orientarse según su propio deseo. ¿Conoce algo que sea más moderno?

¿Por eso quizás molesta?

Exactamente. Entonces se lo estigmatiza, se lo desprecia, se intenta eliminarlo y, a veces, se consigue. Los psicoanalistas se movilizan para el reconocimiento de un estatuto de sujeto responsable para los niños, los autistas, los psicóticos, los excluidos, para todos aquellos que no están de acuerdo en sufrir la tiranía sea cual sea su forma. Se movilizan, en todas partes, para contribuir a la dignidad de los hombres.

EN CORTO

Usted fue asesor de la red 11-M de Madrid, ¿cómo se supera, desde el punto de vista de las víctimas, una catástrofe de este tipo?

Las víctimas de tal arbitraria violencia necesitan mucho coraje para sostener un trabajo sobre ellas mismas, a partir de lo que encontraron de inaudito, de insospechado y que estaba enterrado en lo más profundo de su ser. Para que esto sea posible, se necesita también alguien para acoger, con tacto y cuidado, este sufrimiento. En algunas ocasiones hacen falta años para cerrar esta brecha que ha irrumpido y se ha abierto en la vida de alguien.

¿Qué papel están jugando los psicoanalistas en este contexto de crisis?

El psicoanalista siempre está concernido por las crisis, por toda crisis. Este es a menudo el motivo de consulta: un momento de crisis, una urgencia subjetiva, un desamparo, un desconcierto permanente. En su referencia a un «contexto de crisis», el psicoanalista hace lo que siempre hace: propone escuchar la singularidad de los efectos para cada uno del momento social, político, económico, al que está confrontado. El psicoanalista no consuela, no promete un futuro mejor. Tampoco se deja instrumentar por los poderes públicos para suplir sus fallos. El psicoanalista es también un ciudadano comprometido y, en este sentido, le incumbe, a partir de su formación, de su saber sobre los hombres, de su ética, decir lo que piensa y actuar en consecuencia. Así, por ejemplo, actualmente, nos movilizamos –siguiendo la iniciativa de Jacques Allain Miller– para obtener la liberación de una colega, Rafah Nached, psicoanalista, encarcelada en una prisión de la dictadura siria en Damasco.