­Hace ya más de un año que, cuando pasan por la esquina que da a la Vía Parque, los vecinos de Alcolecha ven el cartel en el que se anuncia la demolición y renovación de parte de las viviendas en lo que la administración ha llamado Área de Renovación Urbana (ARU) de Nou Alcolecha, zona ubicada entre Alonso Cano y General Espartero al norte del barrio Nou Alacant. La esperanza con que acogieron la colocación del cartel ha dado paso al escepticismo ya que, pese a que desde el Ayuntamiento les siguen asegurando que lo suyo es prioritario, pasa el tiempo, las administraciones recortan de todo lo que pueden por la crisis y aquí siguen sin fecha de derribo, algo incomprensible porque donde ellos viven, no se puede vivir.

«Ratas y cucarachas campando a sus anchas por los pasillos del interior de los edificios, cables de la luz colgando a mano de cualquier crío inquieto, tuberías reventadas, escaleras rotas, hierros de barandillas y forjados oxidados y partidos, losetas sueltas, trozos de pared arrancados, socavones, desconchones, pintadas, charcos en medio de los pasillos y una sensación de suciedad y humedad saliendo de las paredes que parece que te pringue la piel. Lo primero que te preguntas es cómo viven aquí familias enteras con niños, ancianos y enfermos y, lo segundo, cómo la administración pública lo consiente». Esta es la descripción que realizábamos hace un año del estado de los bloques y, por desgracia, sigue valiendo ahora aunque hay que añadir un año más de humedades, de bichos y de grietas hasta el punto de que parece un milagro que no haya habido algún accidente grave en esas escaleras sin barandillas por las que suben y bajan los niños y que sigan en pie muros con agujeros por los que caben los dos brazos.

El proyecto de reconstrucción de los siete bloques deteriorados del barrio, levantados en los años 60, se planteó en tres fases con un coste de unos 50 millones de euros. La primera fase, la más urgente, contemplaba la reconstrucción de 72 viviendas con un coste de unos 11 millones a pagar entre el Ministerio de Vivienda, la Generalitat, el Ayuntamiento y los propios vecinos, pero de momento no hay una fecha para el inicio de las obras y los vecinos temen que con la crisis la reforma del barrio se aparque. Desde el Ayuntamiento aseguran que no, que «es un tema prioritario por sus malas condiciones de vida», pero supeditan el inicio «a una reunión de la dirección general de la Vivienda de la Generalitat con la secretaría de Estado de Vivienda de la que podría salir alguna noticia sobre el proyecto» según han indicado fuentes municipales que esperan que esta reunión se celebre «en poco tiempo, quizá en un mes».

Ya veremos, pero ante la avalancha de recortes por la crisis, hasta Luis Manuel Vicente Rayo, portavoz de la asociación de vecinos de Alcolecha, habitualmente optimista con respecto al proyecto, afirma que «vemos el cielo y muchas nubes. Se trata de hacer una actuación social y esto es difícil. La concejala Sonia Alegría me ha dicho que no nos olvidan. Lo que nos queda es tener paciencia. Ahora haría falta un dinero para derribar dos bloques, el 10 y el 18, que son los que peor están. Yo entre tanto cruzo los dedos para que no ocurra una tragedia y que no caiga un trozo de bloque sobre alguien y haya sangre».

Sangre de momento no, pero porquería, mucha. Vicente López, dueño del bar Cádiz y de uno de los pisos, asegura, mientras muestra una fotografía del estropicio, que «el otro día me encontré el suelo del piso lleno de mierda de los bajantes» aunque en su caso no vive aquí. «Es imposible. Quien vive aquí es porque no tiene más remedio». En esta situación se encuentra Isabel. Ella compró su piso hace 34 años «cuando esta zona era buena para vivir», y ahora espera con ansiedad el derribo. En su casa viven, además de ella y su marido que sufre una enfermedad pulmonar, dos hijas y su nieto de 2 años. Aunque su piso, una planta baja en el bloque 10, tiene 3 habitaciones, se apañan en dos porque la tercera está inutilizable por la humedad que afecta a toda la casa. «Los azulejos del baño y de la cocina se caen y las paredes rezuman humedad». Además en todo el bloque están sin luz desde que hace un par de años hubo un incendio «y ahora todos cogemos la luz de al lado porque no hay más remedio», señalan.

Juan Santiago y su mujer Juana también están deseando marcharse de aquí. «Pagamos 150 euros al mes y hemos pedido que nos trasladen a un piso en las Mil Viviendas pero no hay forma, y aquí nos da hasta miedo dormir sobre todo cuando hay tormenta», dice este hombre de 70 años mientras que una joven con su bebé en brazos afirma que «lo peor son los niños que están siempre con bronquitis por la humedad, y el miedo que da que les caiga algo encima como me ocurrió a mí con un trozo de pared, que no me mató de milagro».