Lleva mucho tiempo dando charlas a jóvenes y a sus familias, ¿ha tenido que cambiar mucho los contenidos?

Se tienen que cambiar porque la familia ha evolucionado. En 50 años los cambios han sido rotundos. Hay un pesimismo generalizado en el ambiente, aunque yo no lo soy tanto.

¿Los padres se ocupan o solo se preocupan?

Veo que tienen gran preocupación y que se ocupan mucho de la educación. Deberían desentenderse más de los aspectos curriculares, los contenidos, y centrarse en los relacionales y convivenciales. Eso es un logro. Quizá ninguna generación se da cuenta de que les faltan instrumentos para ayudar a sus hijos, y eso provoca cierta inseguridad y algunos problemas, pero actualmente están pendientes, sí.

El profesorado lamenta que en casa se es muy permisivo.

No lo veo así. Hay que huir de los extremismos y no culpabilizar de más. Las dificultades hay que repartirlas entre la sociedad porque de otra forma no se ayuda a las familias y educadores. Es verdad que los hijos se nos escapan de las manos, pero pongo en cuarentena el reparto de la responsabilidad.

¿Y qué hacer cuando se nos van de las manos?

No tenemos derecho al pesimismo, no sabemos tanto de ellos y tienen una gran preparación en muchas cosas por lo que, cuando llegue el momento, darán el rendimiento adecuado. Es verdad que les protegemos, pero la vida va modelando a la gente y los destinos se van encontrando con el paso del tiempo.

¿Qué opina del botellón?

Lo veo como un modo de jugar por las carencias emocionales. Es una forma de retar, de vivir su adolescencia, porque todos los adolescentes son retadores. Antes no podías llegar a casa 5 minutos tarde y ahora son horas escalofriantes. El botellón es también como una fiebre o un resfriado en un momento determinado, pero ahí sí que hay mucha permisividad por aspectos sociales. Harían falta medidas más estrictas pero también pueden decirte que a qué se van a dedicar sino a beber y a hablar cuando no les damos más oportunidades. Por otra parte en las ONG el porcentaje más grande es de jóvenes para ayuda a los más desvalidos; es una de las típicas incoherencias.

¿Culpa a los padres?

La educación exige toda una serie de fórmulas: lavarte las manos y los dientes al comer; respetar el tono de voz; el uso del tenedor y el cuchillo; saludar a quien te encuentras; cruzar con el semáforo verde. Todo ello da un vigor tremendo a los educadores y si los padres desconfiamos de la educación se genera la inseguridad en los chicos y caen moscas, por no recibir mensajes de confianza. Consultando a los padres o en quien confías resolverías bien cualquier problema.

¿Qué nota da a la familia?

Nos hemos quedado un poco atrás respecto a los hijos cuando lo ideal sería estar a su altura y acompañarles, pero les miramos la coronilla, nos adelantan y hay que hacer un esfuerzo ímprobo porque no entendemos todavía su mundo. Siempre ha sido así, pero los adelantos técnicos ponen más de manifiesto las distancias en las nuevas tecnologías, que les hacen superiores en esto, y también en el desarrollo intelectual. Sin embargo, en lo afectivo y emocional van por detrás, de ahí las incoherencias que nos asustan.

¿Qué recomienda cuando se llega al "no puedo con él"?

Que se ocupen de los hijos y se olviden de los libros. El éxito o fracaso con los libros lo determina el éxito de la personas. Les consideramos solo productores de rendimiento y notas, cuando la gente vieja ya sabemos que los contenidos didácticos se diluyen con el tiempo pero los hábitos y actitudes positivas, la inteligencia emocional, determina el éxito o fracaso de una persona en la vida. El psicólogo estadounidense Daniel Goleman decía: "Dejemos a los chicos en paz en lo escolar, que ya saldrán adelante". Pero los hábitos y actitudes son primordiales para que se acepten a sí mismos y ante los demás.

¿Es optimista con los jóvenes y lo que les espera?

Tengo fe en la sociedad y en la educación que damos. Estaremos equivocados, pero queremos lo mejor para ellos. Se trata también de ser muy comprensivos con otros sistemas familiares que hay que aceptar para orientarles y ayudarles. No condenar el matrimonio de lesbianas, por ejemplo, o de una pareja sin unas características predeterminadas. Hay que tener una amplitud de miras muy grande y con los chicos pasa igual, porque en la individualidad está el éxito social. Formar a cada niño como individuo es un trabajo conjunto entre familia y educadores.