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Un hogar en casa ajena

Un matrimonio vive con sus hijas en una vieja vivienda que ocuparon en octubre y que arreglaron con la ayuda de los vecinos

Un vecino les dejó pintura, otro losetas y hay quien les dio dinero para cambiar el cableado... así, poco a poco, Inma Sánchez y su marido, Asensio Vargas, arreglaron una pequeña casa «medio en ruinas y abandonada» que ocuparon en el barrio de San Agustín. Saben que lo que están haciendo es ilegal, «pero no tenemos dónde ir y no nos podemos arriesgar a que nos quiten a nuestros cuatro hijos», señala Sánchez.

Esta familia lleva desde 2008 esperando una casa del Instituto Valenciano de la Vivienda (IVVSA) en régimen de alquiler, pero hasta el momento sólo han recibido cartas señalando que su caso cumple los requisitos, pero que no hay viviendas disponibles. El Síndic de Greuges también intervino instando al Consell a que resolviese su caso, pero sin éxito.

Mientras, han hecho su hogar en medio de humedades, desprendimientos de pintura y agujeros en el techo que cubren con libretas «porque nos da miedo lo que pueda salir de ahí». Pese a todo, la casa está limpia y ordenada, «porque pese a nuestra situación trato de guardar cierta normalidad de cara a las tres hijas que viven con nosotros». Asensio no trabaja desde que la construcción se hundió en el agujero de la crisis e Inma apenas saca 300 euros limpiando oficinas por horas. «En verano redondeo algo vendiendo bebida y pareos en la playa, pero ya tengo dos multas de 1.000 euros que no sé cómo voy a pagar». Los cuatro hijos de la familia son todos menores. «Están escolarizados, van bien vestidos y pasan sus revisiones médicas, que nadie se piense que están mal atendidos», explica su madre. La comida la consiguen a través de la iglesia y de otras entidades benéficas «que nos aportan lo que pueden».

Desde que en 2006 decidieran dar su vivienda al banco por no poder pagarla, Inma y Asensio han dado mil vueltas por pisos de alquiler «que no podíamos pagar» y en los últimos meses en una vivienda cedida por Cáritas, «pero era algo temporal y nos tuvimos que marchar». Desde octubre ocupan esta casa, «pero hace unas semanas se presentó aquí un chico, diciendo que venía de parte del dueño, a advertirnos de que nos iban a echar porque el propietario quiere derruirla para vender el solar, así que no sabemos qué será de nosotros». Inma Sánchez no quiere que le regalen nada. «Sólo quiero poder optar a un alquiler que pueda pagar mientras nuestra situación laboral se resuelve». Mientras, la familia cuenta con el apoyo de sus vecinos, que están recogiendo firmas para instar a que se les busque una solución. «Preferimos que estén ellos a tener un solar lleno de ratas como ocurre en tantas zonas de la ciudad. Son buena gente. Aunque si se van, que sea porque han encontrado algo mejor», señala Matilde Segarra, de la Asociación de Vecinos de San Agustín.

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