La Puerta Negra, que durante siglos fue la entrada principal de la Concatedral de Alicante, se ha convertido en un aseo público donde muchas personas miccionan durante las noches de botellón en el Casco Antiguo, al amparo de lo escasamente transitada que es cuando oscurece la calle Miguel Soler, en el lateral de este Bien de Interés Cultural.

Los orines han acelerado el deterioro de esta histórica puerta de madera chapada con zinc que data del año 1669, por la que sale cada año la Peregrina: ya no abría ni cerraba bien, corriendo el riesgo de derrumbarse.

El Cabildo de la Concatedral se ha visto obligado a restaurar el portón, que se abre varias veces al año para distintos acontecimientos, después de que no encajara al término de la Ofrenda de Hogueras. Los sacerdotes tuvieron que pedir ayuda a los festeros para empujarla y cerrarla poniendo unas sujeciones en la parte superior de la cancela, que tiene 3,50 metros de ancho y seis de alto, con dos hojas. Cada una pesa 2.000 kilos.

«La madera estaba corroída por los orines, la puerta había cedido y nuestro temor era que se cayera. Y los fines de semana, sobre todo los viernes, se concentra mucha chiquillería en el entorno», explica el deán de la Concatedral, Ramón Egío, crítico con el escaso civismo.

El sacerdote destacó el valor histórico de la Puerta Negra, que es la original aunque ya ha sido sometida anteriormente a restauraciones. «Realmente es la puerta principal. La más noble, y se llama negra por el mármol en tono oscuro de la fachada. Sobre ella hay una hornacina con una de las mejores esculturas de Juan Bautista Borja, una imagen de San Nicolás impresionante».

Según Egío, la que es hoy entrada principal, por la plaza de Abad Penalva, era en realidad la del trascoro cuando antiguamente el coro estaba en el centro de la iglesia. El Cabildo asume el coste de esta restauración, que corre a cargo de la empresa inGarDi.

El ingeniero de edificación Fernando Díaz confirma que aunque los baldeos también influyen en el deterioro de los materiales de la puerta son los orines sobre las esquinas los que han provocado el mayor desgaste al causar mayor oxidación. «Van entrando, caen en la rótula -pieza del mecanismo- y el metal con el tiempo se oxida.

El bolón -otra pieza- se va desgastando y va cediendo por el peso de la puerta. Al entrar en contacto con el suelo no abre ni cierra». El ingeniero destacó que no se trata de una puerta al uso por la forma de abatimiento.

Para solucionar el problema han tenido que levantar el portón con palancas y apuntalarlo para dejar separación con el suelo, y seguidamente han puesto unas piezas de madera para que descanse.

Se ha saneado el óxido y se ha vuelto a colocar la puerta separada del suelo. La cancela seguirá apuntalada 10 días para que fragüe el mortero utilizado y evitar que otra vez se asiente sobre el pavimento. Después se harán pruebas de funcionamiento.

El técnico emitirá un informe dirigido a la Conselleria de Cultura, a la que el deán pedirá la instalación de una verja protectora. Egío apoya el mensaje del Patronato de Amigos de San Nicolás para que se cuide este patrimonio singular ya que afirma que el templo alicantino es unas de las muestras más significativas del arte herreriano tras el monasterio madrileño de El Escorial.