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CORONAVIRUS

Santiago Diéguez: «En Urgencias solo nos quitamos el traje protector para comer»

«Y al llegar a casa, directo a la ducha», asegura el profesional

Santiago Diéguez: «En Urgencias solo nos quitamos el traje protector para comer»

P ¿Cómo arranca su tarea en el hospital estos días?

R Lo primero es vestirse, hay una zona para ponerse el traje protector y resto del equipo, bata impermeable, calzas, mascarillas, guantes, se genera un poco de cola y no nos lo quitamos salvo que partas jornada para comer. Cuando entramos a valorar a cada paciente vamos con protección adicional, otra bata encima para poder mantener el traje de abajo a salvo si el contacto es muy estrecho con el paciente y hay que intubar. Para exploraciones sin mucha exposición mantenemos el de abajo.

P ¿Ha vivido algo similar en su profesión?

R Nunca. Con el Ébola hubo un atisbo, un conato de algo con cierto revuelo porque la enfermedad era muy agresiva y había que ponerse muy bien el traje, pero se relajó pronto.

P ¿Y el coronavirus

R A principio había mucha incertidumbre pero estaba lejos. El antes y después lo generaron compañeros que por trabajo estaban en Milán y nos relataban la realidad a primeros de marzo con hospitales saturados. Cuando se hipersaturó el de Torrejón, también de Ribera Salud, vimos las orejas al lobo y pudimos anticipar.

P ¿Cuál ha sido su momento más crítico?

R Los primeros días, con el servicio de Urgencias dividido en dos pero mezclando zonas. Veías probables infectados y forzabas una protección, con miedo, porque dos días antes no lo habías hecho. Eso me generaba mucho desasosiego por no saber a qué te habías expuesto.

P ¿Consigue aparcarlo cuando llega a casa?

R Mi mujer también es sanitario y hemos cambiado las pautas, entramos por el garaje, dejamos la ropa en una silla, saludo de lejos a mis hijos y directo a la ducha. Luego con ellos no es como antes, no quiero exponerlos así que tomo precauciones y tampoco es el mismo contacto con mi mujer, arrumacos los justos. Y además hay que ejercer de medio profesor porque con sus 3, 5 y 8 años deben seguir como puedan. A mis padres, de edad avanzada, entre los hermanos nos encargamos de llevarles lo que necesitan.

P Personalmente, ¿le ha cambiado algo?

R Me sugestiono. El sábado pasado me fui a hacer una compra a la farmacia para mis padres y en el coche me empezó un picor de garganta, y te montas una película en la cabeza. Aguanté las ganas de toser en la farmacia y como tengo asma uso inhaladores de forma habitual, pero al llegar a casa le dije a mi mujer que había empezado con tos, me puse la mascarilla y me aislé en la habitación. Luego se me pasó pero pensé que lo había cogido.

P ¿Qué significan para usted los aplausos en el balcón?

R El primer día de la iniciativa me vine un poquito abajo y se me hizo un nudo en la garganta recordando testimonios desgarradores de compañeros en otras comunidades. Se ha depositado la esperanza en nosotros, pero no lo podemos solucionar. Cuando veo que en otros hospitales usan bolsas de basura para protegerse se me cae el alma a los pies. Los medios llegan a cuentagotas aunque aquí no nos podemos quejar. Intenciones hay muchas pero la situación real lo ha desbordado todo y estamos cubiertos por una gigantesca ola. Esperemos que pase pronto y podamos salir a respirar, aunque muchos ya no podrán.

P ¿Hay momentos en que flaquean en plena faena?

R Tienes la cabeza puesta en cada paciente. Antes atendíamos a diez a la vez y costaba dedicarles más tiempo, pero la gente se ha concienciado, solo viene para urgencias reales y se puede valorar mejor. Es más complicado que se escapen casos. Pero los hay que lo llevan mal porque tienen familias en zonas afectadas e incluso fallecidos allegados y no han podido estar ahí. Un compañero tiene a su padre en la UCI en El Salvador y viene a trabajar por inercia, porque en casa daría más vueltas. Necesita mucho apoyo e intenta estar pero su cabeza está a 6.000 kilómetros , sabiendo que no podrá viajar ni velar a su padre.

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