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Atrapados... antes de viajar

Alicantinos residentes en el Reino Unido cancelan su «obligada» vuelta a casa de cada mes de agosto a causa de la decisión del Gobierno de Londres. «Me duele en el alma no poder ir a ver a mi gente»

María Jesús, en la puerta de su casa en Devon con su hija Noelia. información

Anhelos enterrados bajo la maldita dictadura de un virus invisible que gobierna a los gobiernos y dictamina, desde el púlpito del silencio y el miedo, que la nueva normalidad no va a parecerse en nada a la vieja porque, entre otras cosas, hablar de normalidad bajo el paraguas del coronaviruses ficción barata, puro eufemismo. La segunda oleada del covid-19 llama a las puertas de España cuando medio mundo aún están lejos, muy lejos, de cerrarle las puertas a la primera. Una ventaja a la hora de dar una respuesta sanitaria acorde al desafío, pero una losa de dimensiones gigantescas desde el prisma económico y social.

Ser uno de los países más castigados por esta espeluznante pandemia obliga al Reino Unido a mirar hacia dentro y hacia fuera para tratar de impedir una segunda explosión del virus como la que empieza a vivirse en nuestra geografía. Caiga quien caiga. En este caso, tras la decisión adoptada el sábado por el gobierno británico de imponer una cuarentena de 14 días a todos los ciudadanos que regresen desde España, el sector turístico de la Costa Blanca. Un golpe mortal al principal motor económico de la provincia... y un punto de inflexión malévolo para los alicantinos que viven en el Reino Unido y tenían previsto «volver a casa», como todos los años, durante el mes de agosto.

«Llevamos 16 años viviendo en Devon y desde entonces nuca hemos fallado a nuestra visita veraniega a Alicante, casada con un alicantino y con dos hijas de 13 y 11 años. El mismo sábado, justo cuando el ejecutivo de Boris Johnson anunciaba la medida, buscaba algún apartamento en alguna zona de playa para alquilarlo del 12 al 25 de agosto. Hubiera sido la primera vez que regresaran a la Terreta y no se instalaran en el bungalow de sus padres, en pleno Cabo de las Huertas, o en la casa de sus suegros, en Santa Pola El covid-19 ya les condicionaba el viaje.

«Disfrutar de la familia, el sol y la playa siempre ha sido fundamental para nosotros», destaca contrariada ante el giro definitivo que han tomado los acontecimientos. «Los preparativos y las dudas estaban en nuestra mente, pero manteniendo la esperanza de poder ir. La cuarentena impuesta desde ayer ha terminado por inclinar la balanza hacia quedarnos en Devon», añade María Jesús. «Una pena, especialmente por las niñas, que llevaban planeando disfrutar de primos y piscina desde hace meses», sentencia.

Billetes de avión comprados

«Soy del Altet y cuando recojo las maletas llamo a alguien para que venga a buscarme y llega en cinco minutos. Este año no voy a poder hacerlo». Emma Pomares reside en Exeter desde el año 2000 y viaja «literalmente a mi pueblo», como mínimo, dos veces al año. Con dos hijos de 10 y 12 años, suele pasar el mes de agosto en casa de su madre. «La rutina es playa o piscina, reunión a mediodía en familia para comer con mis hermanas y familiares, siesta, playa y heladería», afirma.

Este año, pese a tener comprados los billetes de avión, se ve obligada a cambiar de planes. «La cuarentena al volver es demasiado tiempo. En septiembre los niños empiezan el cole y el instituto y no podrían ir, y yo no podría reincorporarme al trabajo», argumenta. No cree que la compañía aérea le devuelva el dinero, pero lo que más le duele, «en el alma», es «no poder ver a mi gente».

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