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Las sardinas de Alicante son las que más microplásticos tragan del Mediterráneo

Una investigación internacional en aguas desde Barcelona hasta el Cabo de Palos revela que casi el 60% de esta especie tiene en su intestino partículas que no superan los cinco milímetros

Las sardinas de Alicante son las que más microplásticos tragan del Mediterráneo

Las sardinas, ese pescado azul sabroso y nutritivo que vive su mejor época en verano. Nos los comemos con placer, pero ¿qué ingiere esta especie? La respuesta es alarmante: más de la mitad de las que se encuentran en las aguas del Mediterráneo occidental tragan microplásticos. Y las más glotonas, las que viven en el Golfo de Alicante.

Así lo revela una investigación del Instituto Español de Oceanografía (IEO), el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) y el Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar (IFREMER), que ha hallado microplásticos en el 58% de las sardinas y en el 60% de los boquerones pescados en caladeros del Mediterráneo occidental, precisamente las dos especies más comercializadas y consumidas.

Los microplásticos que ingieren las sardinas y las anchoas analizadas en el estudio son partículas y fibras de plástico que no superan los cinco milímetros.

La iniciativa partió de un proyecto para el Ministerio de Ciencia y Innovación que buscaba causas potenciales del descenso poblacional de sardinas y de anchoas, dos de las especies más comercializadas en el noreste del Mediterráneo.

Los científicos analizaron el contenido intestinal de 104 sardinas y 103 anchoas recogidas durante la campaña oceanográfica que tuvo lugar desde abril hasta junio de 2018 en las aguas francesas del Golfo de León y en las aguas españolas desde Barcelona hasta Cabo de Palos.

El estudio resalta que las sardinas tienen más probabilidades de tragar microplásticos en el Golfo de Alicante, mientras que para las anchoas la amenaza se sitúa en el Golfo de León. «Esto puede ser debido a que son las más contaminadas, pero también a que son las áreas de máxima agregación de estas dos especies», explica M. Grazia Pennino, primera autora del estudio.

De hecho, una investigación reciente del mismo grupo de científicos, que ha analizado la distribución de estas dos especies en un contexto de cambios climáticos, ha identificado el Golfo de Alicante y el de León como los futuros «refugios climáticos para estas dos especies, es decir, aquellas áreas donde estas dos especies persistirán bajo cambios de las condiciones ambientales».

La idea inicial del estudio era hacer un análisis especifico de los contenidos estomacales de estas especies para determinar su dieta, «pero encontramos en el sistema digestivo de los individuos analizados una elevada presencia de microplásticos», explica Pennino. Este resultado les empujó a hacer un estudio específico y entender cual podían ser las causas de esta alta concentración.

Los principales resultados revelaron que el 58% de las sardinas y el 60% de los boquerones pescados habían tragado microplásticos. «En el caso de las sardinas, los individuos en peores condiciones corporales tenían más probabilidades de ingerir estos residuos contaminantes», añade.

Parásitos en el plástico

El estudio revela también que la alta concentración de microplásticos estaba vinculada con la presencia de un tipo de gusanos. «Es la primera vez se encuentra una correlación tan clara entre parásitos y microplásticos en peces. Hay diferentes hipótesis sobre este resultado, la primera es que los parásitos se hayan posado sobre el plástico y el pez termina por ingerirlo todo. La segunda que los individuos filtradores como sardina y anchoa se centran en las zonas ricas de nutrientes donde hay descarga de basura, por lo que son aguas más sucias y contaminantes y los parásitos viven de ellas».

Las sardinas, recalca Pennino, son justamente la comida principal de muchos organismos, como la merluza, atunes, mamíferos marinos o aves marinas. «Lo que les pasa a ellos, le pasa también a todos las especies que se alimentan de ellos. Una de las grandes inquietudes de la comunidad científica es entender el impacto que tiene este fenómeno sobre la cadena alimentaria que está muy deteriorada», concluye.

¿Y los riesgos para la salud de las personas?

¿Y los riesgos Respecto a si la ingestión de microplásticos por parte de las sardinas puede afectar a la salud de las personas que luego se las comen, Pennino lanza un mensaje tranquilizador: «Normalmente, cuando consumimos pescado como sardina y anchoa, solemos quitar las vísceras y, muy probablemente no consumimos microplásticos acumulados en los contenidos estomacales de los peces. Desde el punto de vista de la inocuidad alimentaria, el riesgo es menor».

No obstante, recalca que los científicos no saben todavía si ese plástico va a los tejidos, que sí se comen. Por ello, los siguientes pasos de las investigaciones irán en ese sentido.

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