Crianza en casa. No son cuidadoras ni canguros ni empleadas domésticas. Son profesionales dedicadas a la educación de bebés y niños en un entorno casero. Se trata de un modelo alternativo a las escuelas infantiles que triunfa en Europa y se abre camino en la provincia con el coronavirus.

Irene Ortega es una maestra de 29 años que se acaba de convertir en madre de día por «convicción y vocación». Su trabajo consiste en educar en su propia casa, en el campo de Mutxamel, a niños de cero a tres años, con un máximo de cuatro alumnos. Se trata de una profesión que está ganando visibilidad en el contexto de la pandemia de coronavirus y que ofrece un modelo alternativo al de las escuelas infantiles. La clave está en desarrollar la actividad en un ambiente casero, con grupos superreducidos y garantizar una atención del todo personalizada.

Alumnos de Virginia haciendo actividades en la cocina de su casa. INFORMACIÓN

Las madres de día no son cuidadoras ni canguros ni empleadas domésticas. Son profesionales de la educación (maestras, psicólogas, pedagogas o técnicas superiores de educación infantil) que abren las puertas de su hogar para brindar atención y acompañamiento a la primera infancia. Suelen seguir metodologías como Waldorf, Pikler o Montessori, están formadas en primeros auxilios y, por lo general, cotizan como autónomas. Se trata de un modelo totalmente consolidado en países como Francia o Alemania, que ya está regulado en Madrid, Navarra y en zonas rurales de Galicia, y que lucha por abrirse camino en la Comunidad Valenciana con una asociación que agrupe a todas las profesionales.

El interés por el servicio ha crecido con la pandemia al permitir reducir el contacto social y posibles contagios

«Tras haber trabajado en varias escuelas infantiles me di cuenta de que la ratio y los ritmos no se ajustan a los valores que yo quiero transmitir a los niños. Siendo madre de día puedes atenderlos como si fueran los tuyos propios, se crea un vínculo como de familia y se integran en el espacio como si fuera suyo», explica Ortega, diplomada en magisterio Infantil.

Cuenta que maduró y materializó su proyecto durante el confinamiento por el coronavirus. Reformó parte de su vivienda y acondicionó el espacio exterior para garantizar la seguridad de los menores, que «no siguen un horario estricto ni ritmos acelerados aunque sí sigamos unas rutinas». Habitualmente los niños llegan en torno a las 8.30 horas a las instalaciones bautizadas como «Pepitas de tomate» y permanecen hasta las 16.30 horas, cuando los recogen y vuelven a su otra casa, la de su familia.

Casas como la de Virginia cuentan con espacios exteriores con plantas y animales.

Irene pretende unirse a la Red de Madres de Día que agrupa a profesionales de su sector en toda la geografía nacional y está en contacto con Virginia Sánchez, adscrita a dicha asociación y que trabaja como madre de día desde 2016 en Alicante con su propio proyecto, bautizado como «El Hogar». Allí «el día transcurre sin prisas y lo más importante es que ellos puedan ubicarse en el espacio y desarrollar su juego, que se sientan atendidos y escuchados. Abogamos por el modelo lúdico y metodologías de aprendizaje a través del juego libre, no actividades dirigidas», subraya Virginia, educadora infantil con formación de tres años en pedagogía Waldorf.

Las jornadas en su hogar transcurren entre actividades en casa y salidas al parque de su urbanización. «No está nada especificado en lo que se va a trabajar cada día, la jornada se organiza en función de los intereses del niño», prosigue.

Su cupo de cuatro alumnos ya está cubierto este curso marcado por el contexto sanitario del coronavirus. Aunque ha recibido más llamadas de familias interesadas en su servicio, es inflexible en mantener la ratio. «Si me dedico a ser madre de día es porque me permite atenderlos de forma individualizada y conocerlos en profundidad. El acompañamiento emocional es uno de los valores que puedo aportar a los pequeños y eso solo es posible cuando son pocos», subraya.