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La foto de la pobreza es tan dura como el drama sanitario

Miles de alicantinos han pasado de pensar en las vacaciones a sobrevivir gracias a la ayuda de la familia, los amigos, la caridad y las siempre insuficientes prestaciones del Estado

La foto de la pobreza es tan dura como el drama sanitario | ALEX DOMÍNGUEZ

Cualquier día de la semana, al filo de las ocho de la mañana, rara es la vez que al cruzar caminando el barrio de Carolinas, zona trabajadora de la ciudad de Alicante y mi ruta para bajar al centro y llegar después al periódico, me llama la atención un hombre, aseado, de unos 50 años, extranjero, pero que en un perfecto castellano y la timidez que delata a la persona que nunca ha estado acostumbrado a ello, se me acerca y me pide si puedo prestarle, que no regalarle, algo para desayunar. No hablamos de una persona sin techo, desarrapada, o alguien castigado por la vida en la calle o el alcohol. Me refiero a un hombre que tras socorrerle siempre pienso: joder, podría ser yo.

Y es que, por mucho que nos lo digan, por mucho que lo leamos, desde que en mayo del año pasado nos dieron la «libertad condicional» y pudimos volver a tomar las calles, la fractura social que ha provocado el covid supera lo inimaginable, porque cientos de negocios siguen cerrados o han desaparecido. Y lo que es peor, con la sensación de que la Administración está desbordada. Qué sería de todos aquellos que en la provincia han perdido su trabajo, o ven recortada la prestación del paro o ni la tienen por haber trabajado en negro, sin Cáritas, Cruz Roja, el Banco de Alimentos, los comedores sociales, ongs de todo tipo o sin la iniciativa de colectivos como Alicante Gastronómica.

Extranjero, menos de 25 años y con estudios primarios. Ese es el perfil, por ejemplo, del pobre actual en la ciudad de Alicante donde el desempleo y la atención a personas con problemas han crecido un 30% en los últimos meses. Corto se ha quedado el Ayuntamiento en su informe. No les voy a hablar de las colas del hambre porque todos las vemos a diario pero, apunten, en este mes de marzo, en el que, como mal menor, siguen vigentes los ERTE, se cumple un año de la puesta en marcha del sistema por el que el propietario o propietaria de una vivienda con hipoteca está eximido de pagar una parte. Atención: hay entidades que ya han recibido instrucciones de no renovar las moratorias ya suscritas. No le queda otra, por lo tanto, a la Administración, que reaccionar. EE UU ha probado un plan económico dotado con 1,9 billones de dólares. España es apenas un estado norteamericano comparado con el país de Biden, pero al margen de los 144.000 millones de euros prometidos por Bruselas, algo más tendrá que inventar el presidente Sánchez porque los ERTE, el 70% del salario, dan, en el mejor de los casos, para pagar el alquiler. ¿Y comer?

La cifra de parados en la provincia se disparó un 23% en el último año y alcanza ya cerca de 200.000 desempleados, a los que hay que sumar las más de 25.000 trabajadores en ERTE. Dos de cada tres parados son del sector servicios, que sigue destruyendo empleo. La complicada coyuntura ha variado, incluso, el perfil de los alicantinos que buscan ayuda en entidades benéficas y administraciones componiendo una nueva fotografía de la pobreza en la provincia. Gente común, que sufre necesidad cuando hasta hace muy poco hacía su vida con total normalidad y, algunos, hasta de lujo. La pandemia del covid ha dejado la crisis inmobiliaria de 2008 en un resfriado.

Detrás de cada caso hay una historia, cruel, triste y, de lo que estoy seguro es de que nadie duerme en la calle o se acerca al mostraron de una ong a buscar comida por voluntad propia. El alcohol, abandono de la familia, un despido del que nunca se recuperó, drogas, problemas psiquiátricos sin atender y ahora la crisis del covid forman el conjunto de razones por las que una persona puede encontrarse de la noche a la mañana durmiendo al raso, e iniciando así una carrera hacia el abismo de la autodestrucción, que desemboca, en demasiadas ocasiones, en casos análogos al del chico con problemas mentales que en 2019, entonces no había pandemia por medio, estuvo sentado en un banco a la espera de recibir noticias de su madre ingresada en el Hospital. Noticias de esos ángeles que rara vez fallan. La Administración no puede decir lo mismo.

Solo hace falta pasarse cualquier noche del año, haga frío o calor, por zonas como los bajos del estadio Rico Pérez o el Puente Rojo de la Gran Vía o, simplemente, por la puerta de un supermercado, para vivir y compartir las historias de unos potenciales votantes que nunca han existido para los redactores de los programas electorales. Hace unos meses, un amigo me comentaba que si realmente quisiéramos hacer un reportaje de la pobreza en Alicante nos subiésemos en un camión de los que reparte el butano. Hace una semana me encontré con él y me espetó ¿os habéis subido ya al camión, porque no veas como se han puesto ahora las cosas por el maldito virus?

Más de 70.000 alicantinos necesitan de los recursos, por ejemplo, de Cáritas para poder vivir. El 4% de la población de la provincia. Vergonzoso. El 31,3 % de la población de la Comunidad Valenciana está en riesgo de pobreza o exclusión social, lo que significa, en términos absolutos, más de 1,5 millones de personas, cerca de 600.000 en la provincia de Alicante. Y la crisis afecta también a los que viven de alquiler, casi todos ligados al sector servicios que sigue en el congelador por muchas terrazas que hayamos visto esta semana volver a abrir.

El 73% de las familias de Pla-Carolinas, un barrio de clase trabajadora en Alicante, tiene algún grado de dificultad para llegar a fin de mes, acercándose a los números de la Zona Norte, donde los procesos de exclusión social se han agravado durante la pandemia. En Carolinas, la renta media anual por hogar está en 16.419 euros. Solo cuatro mil euros más que en la Zona Norte, donde hay barrios que son un polvorín, como Colonia Requena, ante las situaciones de degradación que se viven. Ejemplos, solo en la ciudad de Alicante -desgraciadamente el mapa de las dificultades es provincial y se puede dibujar en cualquier municipio-, que obligan a dejarse de demagogias y actuar de manera urgente.

Pobreza, ésta severa, es que un 4% de los alicantinos no pueda comer carne o pescado una vez a la semana, o que casi la mitad de la población viva tan al día que no esté prepara para afrontar un gasto extraordinario. Tampoco pueden disfrutar de un viaje de vacaciones el 45% de las familias, ahora que muchos hacemos planes para cuando el presidente Ximo Puig levante la barrera y podamos volver a viajar. Esa es la radiografía antes, ahora y después del covid. Una pandemia para lo que no hay vacuna y que se agravará en los próximos meses con la riada de despidos que se anuncian en la banca, multinacionales de todo tipo, sector servicios y hasta en El Corte Inglés. Vaya cambio de década hemos tenido, pues, para colmo, los salarios de las personas afortunadas que mantienen o han encontrado empleo han visto que su sueldo se ha reducido casi un 4% en el último año. Hablando claro: 134 euros menos al mes en el bolsillo en relación marzo de 2020. No es para dar saltos pero tienen trabajo.

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