Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juana Serna: Maestra del diálogo

Maestra del diálogo | ILUSTRACIÓN DE CORAL DE LA ROSA VALERO/BELLAS ARTES UMH

Las persianas bajadas escondían un secreto que no tardó en descubrir. Siendo una niña, en plena dictadura, el detalle del ventanal pasaba inadvertido para todos excepto para ella nada más cruzar la calle al salir del colegio Las Francesas de Albacete: en su casa, en ese momento, su padre estaba reunido con alguien para hablar de política. La escena se repetía con relativa frecuencia dado que José S. Serna, abogado, periodista, escritor y académico, conocido como el patriarca de las letras albaceteñas, pasó a la posteridad en la capital manchega como el gran agitador intelectual de la bohemia y de las tertulias de la posguerra. En ese reducido ambiente de intelectualidad por los grises años del franquismo creció Juana Serna, tercera de los siete hijos -cuatro varones y tres mujeres- que Matilde y José se esforzaron en educar.

Fue el padre, feminista convencido, quien volcó su empeño en convencer a Juana de que no siguiera sus pasos en Derecho al sopesar que la sociedad de la época se resistiría a entrar por la puerta de un bufete comandado por una mujer. Así, durante una de las conversaciones sobre su futuro, salió como sugerencia estudiar Filosofía y Letras, opción que la dieciochoañera aceptó con agrado.

Para cubrir esa etapa, Juana abandona Albacete e ingresa en la Universidad de Valencia, coincidiendo con un pujante grupo de profesores, entre ellos Carlos París, Manolo Garrido y José Luis Pinillo, referentes de la época.

En la facultad, durante aquella etapa sombría carente de libertad, no tarda en mostrar su espíritu reivindicativo. Fue en segundo de carrera cuando, junto con una veintena de universitarios, se encierra en el aula durante toda una noche en señal de protesta contra la dictadura.

Aquella iniciativa conduce a algunos alumnos a entrar en la cárcel, mientras que las mujeres encuentran el castigo en la retirada sus becas. Tal contratiempo le obliga a buscar un trabajo que costeara los gastos que cubría la beca, en el intento de que sus padres no conocieran lo ocurrido. Así que, a partir de aquel día y durante un año, tiene que compaginar los estudios con interminables sesiones de planchado en el hotel Inglés, frente a la facultad, al tiempo que busca huecos para dar clases particulares de latín y griego con el fin de poder pagar el Colegio Mayor.

En esa época, durante una fiesta con amigos comunes, conoce a Ricard Cabedo, un estudiante brillante que ultima Derecho con un expediente académico extraordinario, que acabó abriéndole las puertas de la fiscalía con tan solo 23 años. El noviazgo pronto desemboca en boda y, tras una corta estancia en Madrid donde el joven fiscal debe cumplir con un periodo de prácticas, la pareja elige Alicante como destino.

Una vez cubierta la etapa de maternidad con tres hijos a cuestas, Serna consigue plaza y se vuelca en la docencia en el recién inaugurado Instituto de Babel, dirigido por Beatriz Inés, bajo cuyo liderazgo surge un grupo de maestras conocido como las Betty Girl’s, un equipo de jóvenes y pujantes profesoras con técnicas docentes de vanguardia, afinidad política y elevada dosis de energía formado por Emilia Gómez, Ana Amelia Rodríguez, Teresa Canet, Florita Rodríguez, Ana Anta, Lola Moyá, Mercedes Fernández, Prudencia Cantalapiedra y la propia Juana.

Durante aquel periodo, con la sombra del franquismo todavía presente, el ya fiscal Cabedo recibió algún aviso por parte miembros de la Policía, vistiendo de presuntas maniobras subversivas algunas acusaciones que hoy provocan perplejidad, entre ellas una advertencia que quedó plasmada en ficha policial, coloreando en rojo a la pareja Cabedo-Serna por «tener amigos que defienden el amor libre».

La insólita denuncia quedó en anécdota y Juana siguió a lo suyo. Primero como interina, después como agregada y finalmente como catedrática, estuvo vinculada al Figueras Pacheco durante tres décadas, tomando contacto directo con la política al inicio de ese periodo.

El vínculo comenzó con las reuniones clandestinas de Set i mig, legendaria librería cercana a la plaza de Correos, un centro de progres que alimentaba la intelectualidad alicantina de los años setenta. Al amparo de sus dueños, Celia Ibáñez y Ricard, Set i mig dio cobijo a infinidad de personajes que dejaron huella en la política y la cultura local, con encuentros y tertulias que generaron vínculos de amistad.

Fue en Set i mig donde Serna decide afiliarse al PSOE, partido que marcaría su trayectoria en paralelo con la docencia. La insistencia de Antonio García Miralles, Emilio Soler y Pepe Beviá acaba convenciendo a Juana, que entra en harina de la mano del entonces conseller de Administraciones Públicas, Luis Berenguer Fuster, para asumir la dirección general del Instituto Valenciano de ese departamento. Esa gestión, desarrollada en Valencia, destaca entre otras cosas por la firma del primer convenio con el Instituto Europeo de Administraciones Públicas.

La derrota electoral en el 95 devuelve a Serna a las aulas, donde permanece hasta retornar al campo político en el 2000 tras ser elegida como diputada en el Congreso. En la carrera de San Jerónimo conecta con dos compañeras que se convierten pronto en amigas inseparables: Carmen Alborch y Rosa Conde. Al mismo tiempo, despliega una actividad intensa que le lleva a presidir la delegación española en la asamblea de la Unión Europea Occidental (2004-2006), a la vicepresidencia de la Comisión de Educación (2008-2009); a la portavocía de Ciencia e Innovación (2009-2011) y a participar desde primera línea en las ponencias de la Ley Orgánica de Educación junto a Carmen Chacón; en la reforma del Plan Hidrológico Nacional en comunión con Cristina Narbona, y en la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación bajo la dirección de Cristina Garmendia.

Para este último cometido, ejerce como portavoz y ponente principal, con la idea de sacar adelante la ley por unanimidad. Por la vía de la discreción, que comienza con un pacto entre Garmendia y Soraya Sáenz de Santamaría, Juana hace camino con el dirigente popular Gabriel Elorriaga, al que le siguen Inma Riera (CiU), José Ramón Beloki y Josu Erokoreka (PNV), Francesc Canet y Joan Tardá (ERC), además de la canaria Ana Oramas y de los gallegos Uxue Barros, Xesús Jorquera.

La ley sale adelante con un amplio consenso (de 292 diputados presentes votaron a favor 289) plasmando claramente la voluntad de poner el I+D+I en el centro de la agenda política con una normativa que hoy sigue vigente.

Finalizada la etapa en Madrid se acoge al descanso de la jubilación hasta que recibe la llamada de Ximo Puig en 2017 para presidir el PSPV, cargo que asume encantada al mantener un vínculo especial con la militancia y gran admiración por Puig, al que siempre valoró.

Y por ahí sigue Juana Serna, una buena política, militante feminista e inagotable maestra de mano izquierda que bregó por la educación y por la ciencia a base de diálogo para alcanzar un objetivo definido: modernizar España.

Compartir el artículo

stats