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Sueños en una juguetería

Cuarto hijo de una familia humilde que emigró de Albacete cuando solo tenía un año, Miguel Quintanilla Martínez, el menor de cuatro hermanos, tuvo que buscar empleo en periodo vacacional al cumplir los 14 para echar una mano en casa

Sueños en una juguetería

Su instinto empresarial despertó pronto. Cuarto hijo de una familia humilde que emigró de Albacete cuando solo tenía un año, Miguel Quintanilla Martínez, el menor de cuatro hermanos, tuvo que buscar empleo en periodo vacacional al cumplir los 14 para echar una mano en casa. Fue en la naya de una juguetería -Juguetes Alicante- de la calle Poeta Quintana donde encontró cobijo para montar bicicletas que llegaban empaquetadas en grandes cajas de cartón. Además de cumplir con la función encomendada, el avispado adolescente descubrió que con esas cajas que acaban en la basura podía ganarse un sobresueldo vendiendo el cartón a un cartonero que, de tanto en tanto, aparecía con una romana para comprar a peso los paquetes que el niño iban amontando en un rincón de la tienda.

Al mismo tiempo, el propietario de la juguetería no tardó en percibir la habilidad de aquel jovencito que, a las primeras de cambio, durante un breve paseo por la planta baja, acabó vendiendo el scalextric más caro de la tienda a una señora que quería sorprender y agradar a su nieto. Desde ese momento, el patrón del establecimiento ordenó que buscaran a otro para que montara bicicletas en la naya y que Miguelito no abandonara más la zona de ventas, una vez comprobada su pericia en la principal misión del local.

Pero el joven tenía otros planes más allá de vender juguetes. La imposibilidad de estudiar periodismo, su gran pasión, por los problemas económicos que se cebaron con la familia, -cuyo padre perdió su negocio en el sector ganadero al trasladarse de Albacete a El Campello y verse obligado a acabar con un humilde sueldo en la Seat de Alicante para dar sustento a la numerosa familia-, no frenó al hijo menor de Juan y Elisa, que un buen día se topó con la posibilidad de formarse en Barcelona, concretamente en el Prat de Llobregat, para trabajar en una empresa de cosméticos.

Por Cataluña incorpora sus primeros conocimientos de marketing y, tras ese periodo de formación, regresa a Alicante para desempeñar la labor en esa misma compañía.

La experiencia en la empresa catalana duró dos años, justo el periodo que aguantó su paciencia para dar el salto a lo que realmente le motivaba y que ya barruntaba desde su etapa en la juguetería: introducirse en el sector de la comunicación. Así, a comienzos de los años 90, pone en marcha una consultoría que poco después da pie a la creación de Idex junto a otros dos socios que, sin embargo, no tardaron en abandonar el proyecto.

En un local de la calle Víctor de la Serna, en la Florida, Idex comienza a despegar bajo unas pautas que Quintanilla interiorizó en su época juvenil como scout, actividad que despertó desde muy joven su respeto por el medio ambiente, por el trabajo en equipo y por el valor del asociacionismo -esto último le ha llevado a tener participación activa tanto en la Cámara de Comercio como en el Terciario Avanzado y en la CEV-.

Pero es en su empresa donde centra la atención con la idea de salir del área publicitaria tal y como se concebía por aquel entonces y buscar un nuevo modelo tendente de la excelencia. Para ello, coincidiendo con los comienzos de la crisis en 2008, inicia la búsqueda de jóvenes talentos, profesionales de la nueva y pujante generación, impregnada de tecnología y conocimiento, con la que apostar para dar el salto que tiene en mente.

La última década encadena un cambio radical del modelo, llevando a la práctica una revolución en la compañía que ha colocado a Idex entre las 30 mejores consultoras de comunicación de España tras extender sus tentáculos por todo el país y trabajar para multinacionales y organismos europeos de primer nivel, con alianzas con agencias internacionales.

Hoy, con la empresa consolidada en unas instalaciones bien dotadas en el Parque Empresarial de Elche, también se ha atrevido con incursiones en el cine, localizando ese talento que no se convence ni contrata únicamente con dinero. Un ejemplo es «Criando Ratas», un largometraje neoquinqui, filmado íntegramente en Alicante, que narra las peripecias de delincuentes en un barrio deprimido de la ciudad.

Del mismo modo, «Uña y carne», un proyecto que ha despertado el interés de la Warner, surge a partir de la banda sonora de «Criando Ratas» con rumbas callejeras y pegadizas que han superado los 6 millones de visitas en youtube.

La demanda de seguidores ha llevado a financiar la grabación de un disco que se ha grabado íntegramente en las instalaciones de Idex.

El objetivo de hacer algo más que el resto de competidores junto a la premisa de emocionar a base de creatividad ha ido calando en una empresa que ha alcanzado la meta del cuarto vástago de Juan y Elisa, criado en Benalúa, casado con Lali y padre de tres hijos, el mismo que comenzó trabajando muy joven en una juguetería de Poeta Quintana, el lugar perfecto para que los sueños se hagan realidad.

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