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Aumentan en Alicante los casos de hombres que se masturban en público acosando a mujeres

Jóvenes alicantinas cuentan los episodios de este tipo de acoso en los que se han visto envueltas - Las afectadas recogen más de 43.000 firmas para que esta violencia machista pase a ser delito

El Cabo de las Huertas, en Alicante, una de las zonas donde más está ocurriendo Isabel Ramón

No es difícil encontrar grupos de amigas de Alicante en los que una o varias integrantes han sufrido el siguiente episodio: un hombre desconocido se les acerca, les mira y se empieza a masturbar. A veces les sucede a una distancia mínima y en otras llegan hasta a eyacularles encima. La petición de una valenciana que ha sufrido este repugnante momento recientemente pide a Irene Montero, ministra de Igualdad, que este acoso en público pase a ser delito, pues hasta ahora solo lo es si se produce delante de un menor. La iniciativa, que lucha contra la violencia machista, acumula ya más de 43.000 firmas.

Carla, Brenda, Paula, Cristina, Laura, Gloria... Todas estas alicantinas han sido víctimas de uno de estos momentos, como lo han sido otras cientos de mujeres más, como la actriz Candela Peña, que denunció estos hechos hace tan solo unos meses. La mayoría tienen en común algo: cuentan con amigas a las que les ha pasado lo mismo, y así sucesivamente.

Un tipo para su moto, se aproxima a Carla Arlandis, maestra de educación primaria de un colegio de Alicante, se baja el casco y le pregunta cómo llegar a una ubicación cercana. «Le empecé a indicar y cuando me di cuenta estaba completamente desnudo de cintura para abajo, y se estaba masturbando delante de mí», explica Carla. «Yo me quedé como paralizada porque es que lo tenía a menos de un metro», recuerda. Él se quiso bajar de la moto y ella se fue caminando.

«Estábamos tan tranquilas, vino un chico, se sentó al lado y empezó a tocarse», cuenta Brenda Faya, que estaba disfrutando de un día de playa junto a una amiga. «Nos levantamos, nos cambiamos de sitio y el hombre volvió a levantarse, se volvió a sentar detrás y siguió tocándose». Al ver que persistía, decidieron irse de allí.

Cristina Cendrero estaba con otra amiga en una zona costera de Alicante en la que solo había otra mujer con una niña. Un hombre se puso entre ambos grupos. «De repente vimos que empezó a hacer cosas raras, relata. La madre cogió a la niña y se fueron, ellas le pidieron que parara. «Es una situación bastante incómoda y desagradable», explica la alicantina.

Punto negro en Alicante

Muchos de estos episodios que ocurren en Alicante se concentran un punto: el tramo costero del Cabo de las Huertas. «Un señor se nos puso justamente al lado», cuenta Laura Tárraga, vecina del barrio. «Al rato vimos que se sacó un libro y se lo apoyó encima de su entrepierna», sigue contando con el mismo desenlace que las anteriores mujeres.

«Estábamos en el agua y había un hombre que se acercaba donde estábamos nosotras: nos salíamos, se salía, nos metíamos en el agua, se metía y se empezaba a masturbar», recuerda por otro lado Paula Poveda, otra de las afectadas. «Le decíamos cosas y no nos hacía caso», añade. El episodio terminó cuando pidieron ayuda a unos chicos que estaban cerca de donde se encontraban ellas. A Paula Navarro, otra mujer de Alicante, le pasó lo mismo en estas calas, pero esta vez el hombre colocó su toalla a tan solo medio metro de ella y su amiga. «Mi amiga le vio empezar a tocarse y empezó a chillarle», apunta.

Casos con menores

Las menores también sufren episodios de este tipo y lo viven de una manera todavía más desagradable. En estos casos, sí que estaríamos hablando de delitos.

A Laura Rojo, ahora con 27 años y vecina de Alicante, le sucedió en el interior de un autobús urbano de la línea 22. «Se sentó a nuestro lado un señor mayor y cuando me quise dar cuenta estaba mirándonos y masturbándose», explica Laura. «Llamé a mi padre corriendo», señala. Tenía entre 12 y 13 años.

A Gloria Hernández le sucedió algo con un impacto todavía más fuerte. Estaba en su colegio, situado en la provincia; tenía alrededor de nueve años y era la hora del comedor. Ella y una amiga suya decidieron irse a una casa de madera que había en el huerto del centro. «Estábamos jugando como a una cosa de que nos poníamos detrás de la casita y dábamos golpes en la pared como haciendo una canción», explica.

Aquel huerto estaba junto a la valla que separaba las instalaciones educativas de la vía pública. «Le estaba diciendo cómo hacer uno de los ritmos y de repente le miro porque que no está diciendo nada, y le veo con una cara de ‘shock’ impresionante mirando hacia la calle». Su compañera echó a correr. «Me giro y veo a un hombre con una cara de perturbado impresionante, y me dice: ‘mira, mira’, señalando hacia abajo. Y veo que se estaba masturbando», cuenta Gloria. Les separaba menos de un metro.

Consecuencias en la víctima

«Este tipo de conductas pueden tener graves consecuencias a nivel psicosexual para las mujeres que son víctimas de ello», explica María Mas, psicóloga especializada en sexualidad humana, en relación a los casos que tienen que ver con mujeres adultas.

«Afecta a la seguridad que sentimos en nuestra sexualidad, a la sensación de tener que ser sumisas», señala la profesional. «Es una conducta que está muy minimizada: ‘chica, pues tú pasa de él, ignóralo, ese es un marrano’. Bueno, ya, pero ¿qué pasa con mi sexualidad?», añade. Mas destaca que en algunas ocasiones incluso puede llegar a suponer un trauma que requiera de abordaje psicoterapéutico.

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