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OPINIÓN

Cuando el mundo mira a otro lado

La comunidad armenia de Alicante revive la amenaza de una nueva guerra en Nagorno-Kharabakh

Símbolos de la República de Artsakh

Un día tienes una vida aparentemente normal, trabajas, estudias, sales con tus amigos, y otro día todo se torna gris en tu entorno y tienes que abandonar tu casa por miedo a morir. Un relato de rabiosa actualidad que nos hace mirar hacia un único destino, Ucrania.

Una guerra no es plato de buen gusto para nadie, en este caso no lo es para los miles de ucranianos que se han visto forzados a abandonar su hogar y escapar de las bombas y los fusiles. Pero tampoco lo es para los rusos que tienen que sobrevivir a un presidente megalómano con ansia de sangre, mientras viven en sus carnes la represión y la devastación económica de su país. A los que se dejan la vida huyendo en pateras por el Mediterráneo tampoco les dejan otra opción.

Pero mientras toda Europa está en vilo por la lamentable situación en Ucrania, el mundo sigue lleno de otros conflictos. Sin alejarnos mucho de esta crisis, cruzando el Mar Negro, escondida en la región montañosa del Cáucaso, se encuentra Armenia, un país tan pequeño como milenario, que ha vivido suficientes guerras y conflictos para tenerlo bien remarcado en la sangre. El Genocidio Armenio, perpetrado por el gobierno del Imperio Otomano en 1915, aún sigue siendo el gran duelo de esta nación caucásica, pero no es la única.

Armenia, el primer país en adoptar el cristianismo como religión oficial, en el año 301 d.C, ha sobrevivido a las conquistas de mongoles, rusos, turcos y a periodos de violencia como las Masacres Hamidianas en 1894 o los pogromos de Sumgait o Bakú. Precisamente uno de los grandes conflictos actuales del país surgió en los años convulsos de la caída de la URSS, la región compartida de Nagorno Karabakh, de mayoría armenia, pero en manos de la administración de Azerbaiyán se rebelaba y pedía anexionarse a Armenia, una guerra que comenzó en 1988 y terminó en 1994 y se saldó con miles de muertos y desplazados de los dos bandos.

Esta república de facto con capital en Stepanakert, hoy en día no goza ni de la protección ni del reconocimiento de la comunidad internacional. Esto es lo que llevó a Azerbaiyán a atacar posiciones armenias en septiembre de 2020, mientras el mundo trataba de recuperarse de los efectos del confinamiento. Tras esto, una guerra cruenta de 44 días, que se saldó con miles de heridos y muertos armenios y otros miles de desplazados, la mayoría acogidos en Yerevan, la capital de la República de Armenia.

Un conflicto al que la Unión Europea llegó tarde y en la que Azerbaiyán contó con ayuda de Turquía, como parte de las ideas imperialistas de Erdogan. Un conflicto con reconocidos crímenes de guerra por el lado azerí, como los prisioneros armenios que todavía siguen en territorio azerí, sometidos a castigos en forma de venganza. Un conflicto que eliminó a la mayoría de los jóvenes del país y dejó luto y miseria. Además, el control azerí sobre el 70% de la no reconocida República de Artsakh trajo consigo un borrado de patrimonio cultural, denunciado por la misma UNESCO.

Todo esto, mientras el mundo miraba a otro lado.

Desde que el conflicto de Ucrania comenzó, no son pocas las hostilidades por parte del Ejército de Azerbaiyán, hostigando varias aldeas de Nagorno Karabakh y cortando el principal suministro de gas por parte de Armenia a la República de Arstakh, dejando a miles de personas que, siguen en su tierra, tras haber experimentado las miserias de la guerra, sin calefacción y bajo el frío invierno y las nevadas de la región. En 2020, la guerra de Nagorno Karabakh pasó desapercibida, no hubo grandes coberturas mediáticas ni ayuda externa. No acaparó los titulares ni las portadas porque parecía que no interesaba,

La diáspora armenia, repartida por todo el mundo, también en España, fue la principal encargada de enviar ayuda directa a sus compatriotas, también los armenios de la provincia de Alicante se encargaron de mostrar la realidad que vivía este país. Son 7000 los armenios que habitan en la Comunidad Valenciana. Y son muchos los que se muestran en vilo antes una situación desesperante, en la que los cimientos de una cultura milenaria se tambalean y se llenan de sangre.

Mientras el mundo mira, de nuevo, a otro lado, la historia se repite.

El gobierno de Armenia se ha posicionado, avisando de una catástrofe humanitaria en la región por la falta de suministro de gas. El incumplimiento del alto al fuego por parte de Azerbaiyán ha sido recalcado por Francia, Estados Unidos o Rusia. Pero parece ser que nunca es suficiente.

El gas, que tanto nos preocupa para mantener nuestros hogares, es el que no tienen los habitantes de los últimos resquicios de Artsakh. Pero mientras tanto, seguimos mirándonos el ombligo.

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