Entrevista | Sara Navarro Diseñadora y empresaria

La Niña del cuento perfecto

La Niña del cuento perfecto

La Niña del cuento perfecto

Toni Cabot

Toni Cabot

El expositor quedó iluminado en el mismo instante en que Juan Navarro Busquier pulsó el interruptor que ponía en marcha el mecanismo. Acto seguido, el cajetín que contenía la sorpresa abrió una pequeña compuerta mientras completaba el giro para dejar a la vista la razón de ser de tan sofisticado dispositivo. Ante los ojos de su hija mayor, Sara, que acababa de cumplir 22 años, el empresario eldense presentaba el primer par de zapatos diseñado por ella misma, que, atónita y perpleja, necesitó varios segundos para comprender cómo ese calzado de mujer descubierto en tan curiosa ceremonia, el mismo que había diseñado y enviado desde Milán semanas atrás para que su padre observara sus avances en un curso de formación de diseño, lucía ante la mirada de todos con un acabado perfecto, listo y dispuesto para su venta.

Aquella escena acontecida cuarenta años atrás aparece como un flash a modo de resumen a la labor de tres generaciones de artesanos industriales eldenses, iniciada y forjada con mucho sacrificio de las dos primeras hasta desembocar en la excelencia firmada por la tercera.

De hecho, Navarro Busquier tuvo en su padre, Juan Navarro Oriente, al gran ejemplo de voluntad firme para salir adelante, al hombre que comenzó a trabajar a los 9 años como ayudante zapatero a cambio de la comida diaria como salario, al mismo que tras sortear la guerra arreglando botas militares en Melilla marcó el punto de partida de la saga con un pequeño taller en Elda.

Por similar sendero apareció también su hijo, que, a imagen y semejanza del padre, hubo de multiplicarse sin haber cumplido los diez años con tres trabajos: mozo en un almacén de almendras, contable del taller familiar y vendiendo entradas, cambiando bobinas y trasladando los rollos por las salas de cine de Elda, Sax y Monóvar, propiedad de su padrino, Regino Sánchez Guarino, labores que, pasados los años, le llevaron a verse identificado con Totó, aquel niño espabilado de la oscarizada «Cinema Paradiso».

Con todo, la saga estaba llamada a crear escuela en el calzado. Juan Navarro Busquier advirtió que en la España rural predominaba el pie deformado, dato que aconsejaba crear diferentes anchos para un mismo número. Con esa teoría nació Kurhapiés, una marca registrada que trabajaba con pieles blandas para alivio del sufrido cliente.

Por esos tiempos de posguerra se puso en marcha la primera fábrica semiindustrializada de la familia Navarro, «Calzados Oriente», que fue ganando volumen hasta emplear a cien trabajadores. Y en ese camino, el padre de Sara fue innovando como empresario adelantado a su tiempo, creando fondos de asistencia para sus empleados y controles de calidad con detector de errores luminoso para mejorar la producción y el producto, otro ejemplo de su atracción por la tecnología audiovisual.

Entretanto, en la cadena familiar asomaba un nuevo eslabón que iba a irrumpir en el negocio con la fuerza de un titán: Sara, la primogénita.

La hija mayor de Juan Navarro Busquier y Sara Sánchez quedó atrapada desde temprana edad por el mundo de la Cultura. Como interna en el colegio Jesús María de Alicante, Sara quedó prendada de una actividad extraescolar enfocada a la pintura, que las monjas fomentaban todos los miércoles. Desde ese rincón consiguió su primer premio nacional a los once años en un concurso patrocinado por la Caja de Ahorros.

Pasada la primera etapa escolar y tras cursar Cou en Maristas, su pasión por la lectura y el pensamiento le arrastró a matricularse en Psicología en la Universidad de Valencia, al tiempo que completaba su formación en la escuela de idiomas (inglés, francés y alemán) en horario de tarde, aprendizaje que le valió para conseguir su primer trabajo como azafata e intérprete en la Feria de Valencia durante su etapa universitaria.

Fue en cuarto de carrera cuando su vida iba a iniciar el giro definitivo. Un guiño de su padre para atraerla hacia el negocio familiar mediante elogios a sus cualidades para el dibujo y el diseño llevó a Sara a sugerir la posibilidad de realizar un curso intensivo dedicado al diseño de calzado que se realizaba en Milán. En esa sugerencia Juan vio el cielo abierto, la puerta para el regreso de su hija a la fábrica de Elda, así que le pidió que aparcara la carrera («eres muy lista, ya la acabarás después») y que viajara a Italia para emprender esa formación, que meses más tarde le concedería el título de «Maestra Estilista de Calzatura» en la capital lombarda.

Exprimiendo al máximo los días, las semanas y los meses, Sara Navarro se plantó con 22 años como psicóloga y diseñadora de calzado, al tiempo que abría su primera tienda en la calle Goya, en pleno barrio de Salamanca del Madrid más comercial, para vender todos sus diseños -desde zapatos a bolsos pasando por trajes de cuero-, buscando la armonía perfecta entre el diseño y la comodidad.

Por esos años, la empresaria eldense también decide materializar su pasión por las letras con la creación de unos premios literarios con dotación económica que, patrocinados por la empresa familiar, se entregarían en una gala en el hotel Palace de Madrid.

La misión fue asumida de lleno y en primera persona con visitas al Café Gijón y a la Feria del Libro del Retiro con el objeto de «reclutar» escritores de acreditada reputación que elevaran con su presencia y su colaboración el caché de la cita en el Palace.

Así, la joven Sara Navarro pasó a ser conocida como «La Niña» para Buero Vallejo, Luis Rosales, Pepe Hierro, Carmen Conde, Vallejo-Nájera, Nieto, Mercedes Salisachs, Elena Soriano y García Pavón, todos ellos cautivados por el desparpajo, empuje y energía de la joven alicantina que, de la nada, había colocado en el calendario literario madrileño el «Concurso de Cuentos Sara Navarro», una cita que se fue superando cada año.

Esa inquietud cultural también se trasladó al mundo del arte, pasión que intensificó como estudiosa del Renacimiento y que le llevó a especializarse en el Quattrocento en la Escuela Dante Alighieri de Florencia.

Entre tanto cultivo, Sara añadió un Master Internacional de Moda por la Domus Academy de Milán bajo la dirección de Gianfranco Ferré y fue elevando su caché en el mercado internacional como diseñadora de calzado tras unir su marca en prestigiosas pasarelas con exclusivas firmas como Victorio&Lucchino, Angel Schelesser, Devota&Lomba, Jesús del Pozo o Manuel Piña, entre otros, al tiempo que se instalaba como referencia en el escaparate mundial calzando a princesas, modelos y actrices con zapatos increíbles.

En el camino, con la moda por bandera y el mundo del arte como fuente de inspiración, Sara Navarro ha trabajado para modistas como John Galliano, Sybilla, Purificación García o Roberto Verino. Y muchas de sus creaciones han acabado en los pies de la Reina Letizia, las infantas Leonor y Sofía o actrices de la talla de Pamela Anderson y Daryl Hannah.

Del mismo modo, tampoco el mundo del espectáculo ha escapado a su creatividad al diseñar zapatos para la película Acción Mutante, de Álex de la Iglesia, y el musical 101 dálmatas.

Esa pasión por todo lo que significa arte le condujo desde temprana edad al mundo del coleccionismo, camino que inició adquiriendo un pequeño cuadro de Hernández Pijuán y prosiguió durante las décadas posteriores con obras de Tapies, Genovés, Chillida, Joan Miró…

Ni siquiera un cáncer de mama, que sufrió antes de cumplir los 40 años, detuvo su proyección. En Houston, donde vivió casi un año para tratarse de la enfermedad, le llegó la inspiración para crear una de las colecciones más importantes de su vida: Evening, zapatos de noche con pedrería.

A nadie puede extrañar que esta alicantina ostente desde 2005 la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Se trata de Sara Navarro, arte y belleza.