«Bienvenides todes», el lenguaje inclusivo a debate

«Miembras», «portavozas» y otras formas del castellano se abren paso entre los jóvenes

La Universidad de Alicante ha acogido esta semana las XXV Jornadas de Estudios de Lingüística

Inauguración de las XXV Jornadas de Estudios de Lingüística

Inauguración de las XXV Jornadas de Estudios de Lingüística / INFORMACION.ES

César Hernández

César Hernández

La Universidad de Alicante ha acogido esta semana las XXV Jornadas de Estudios de Lingüística, un encuentro anual organizado desde 1998 por la Facultad de Filosofía y Letras desde las áreas de Lingüística general y Lengua española.  Esta edición, sobre «Diversidad e inclusión en los estudios lingüísticos», ha contado con la participación de diversos especialistas sobre lenguaje, comunicación, diversidad e idiomas, que a lo largo de tres días, han debatido sobre cómo es la comunicación de las personas con autismo, cómo son las lenguas de signos, cómo leen las personas con dislexia y cómo acceden a la información las personas con discapacidad visual. Pero sin duda, uno de los temas que más interés ha acaparado ha sido el del lenguaje inclusivo. ¿Es correcto decir «compañeros y compañeras» o el masculino se comporta como un genérico que los engloba a todos? ¿Se recomienda escribir l@s niñ@s o lxs niñxs? ¿Por qué las personas más jóvenes hablan de sus «amigues»? 

Todas estas cuestiones fueron abordadas por expertas en el tema como la Dra. Susana Guerrero Salazar, de la Universidad de Málaga, o la Dra. Carmen Marimón Llorca, de la Universidad de Alicante, además de casi una docena de especialistas invitados por las coordinadoras de las jornadas, las Dras. Susana Pastor Cesteros y Mª Mar Galindo Merino, profesoras de Lingüística general en la UA.

El tan debatido lenguaje inclusivo, con los femeninos que intentan visibilizar a las mujeres, no es un fenómeno nuevo: «presidenta» o «sirvienta» llevan siglos recogidas en los diccionarios, al igual que los desdobles con masculino y femenino, que aparecen ya en el Cantar del Mío Cid («burgueses y burguesas») y que son habituales en los discursos institucionales («damas y caballeros, señoras y señores»). 

Sin embargo, ejemplos como «miembra» o «portavozas» vuelven a poner la diana en la formación de los femeninos en castellano y su presencia en la sociedad («médica, jueza, árbitra…»), hasta convertirse en una batalla ideológica. Por su parte, la terminación en «-e» como morfema de género («chico, chica, chique») es, en palabras del Dr. José Joaquín Martínez Egido, profesor de Lengua española en la UA, «la gran revolución gramatical de los últimos siglos», y pone a los hablantes frente al espejo de la tradición lingüística, la norma, y el uso que después hace la sociedad. Tanto en España como en Hispanoamérica, es cada vez más habitual encontrar estas formas con -e: «les diputades», «les profesores» que, por un lado, tienen voluntad de convertirse en una nueva marca genérica, inclusiva (en detrimento del masculino como género no marcado) y, por otro, trata de visibilizar la diversidad social más allá de los binarismos del sistema gramatical y social. 

¿Triunfará la terminación en -e y se integrará de manera natural en el sistema lingüístico del español? ¿Será una forma pasajera que no calará a todos los niveles de la sociedad y su uso decaerá con el paso de los años? Solo el tiempo nos dirá si terminaremos saludándonos con un «bienvenides todes» que deje atrás siglos de predominio de la forma masculina como genérica.