Uno de los viajes más apasionantes que podemos realizar consiste en recorrer los entresijos del cerebro, ya que en él «se asienta todo lo que somos o dejamos de ser». En El centinela que nunca duerme, el autor pretende reflexionar acerca del funcionamiento de este órgano para conocer las leyes que rigen nuestras mentes y nuestras vidas. Pedro Blanco (Huelva, 1946), licenciado en Psicología Clínica y colaborador con el Instituto de la Mujer, ha elaborado un ensayo que intenta mezclar el rigor científico con instrucciones prácticas.
Organizado en cinco capítulos y seis anexos, el libro comienza con un resumen sobre el origen del ser humano, y continúa con una historia de la Psicología y otra del sistema nervioso (el apartado más especializado). Las secciones cuarta y quinta son las más atractivas para el gran público. Tratan sobre posibles terapias -desde el enfoque denominado por el autor como Psicología Cerebral, la ciencia que estudia el cerebro «como sustrato propio de la conducta humana»- aplicables a la depresión, el autismo, la esquizofrenia, la fobia, los tics nerviosos, el comportamiento obsesivo-compulsivo? y muestran ejemplos de casos clínicos que acercan a quien lee. Si bien, nos parece fuera de lugar que se cierre esta primera parte lanzando mensajes del tipo «ama aunque no te amen» o «ama a quien nadie ama y todos odian».
La obra finaliza con una serie de lecciones propias de libros de autoayuda que tanto entusiasman a la población: consejos sobre alimentación, un programa para dejar de fumar, un método de adelgazamiento, instrucciones para ejercitar la memoria, y ejercicios de respiración-relajación. No voy a negar su utilidad, pero deben enfocarse desde el rigor y sin contradicciones (si se desaconseja el uso del café -pág. 200-, no tiene sentido recomendarlo como desayuno en una dieta de adelgazamiento -pág. 218-).
El centinela que nunca duerme contiene información valiosa, y Pedro Blanco utiliza un lenguaje accesible aunque no exento de tecnicismos. Ahora bien, es excesivamente reduccionista: olvida nuestra falta de control para mucho de lo que hacemos o sentimos. Del mismo modo que no se puede explicar el cosmos sin tener en cuenta las investigaciones en mecánica cuántica, resulta demasiado optimista pensar que la Neurociencia puede comprenderlo todo a través de las neuroimágenes. Porque, como afirma David Eagleman, «el yo consciente ocupa una pequeña habitación en la mansión del cerebro».