Las fechas navideñas, con sus días lánguidos y sus horas apestosas, son muy apropiados para poner en marcha el televisor y aliviar la melancolía con las virtudes del cine enlatado. La tarde del primero de enero, hartos de comidas familiares, con la tarjeta de crédito temblando y echando de menos que no se haya inventado el «resacol compositum», se nos antoja el momento ideal para ponernos, en la pequeña pantalla, un «programa doble» que nos haga olvidar las gilipolleces que hicimos comiéndonos las uvas y los buenos propósitos planteados para el año entrante. Si el cine posee indudables valores terapéuticos, la magia de una aspirina o el alivio de una cataplasma, en la profunda soledad de esa tarde, puede obrar auténticos milagros.

Con esta ideas en la cabeza,el cronista ha propuesto a determinados colaboradores de este suplemento, con los que pudo conectar, y a compañeros de la vida académica, que confiesen con qué par de películas, hundidos en el sillón, tratarían de ignorar que, después del Año Nuevo, todavía nos queda el Roscón de Reyes y un año más de la gloriosa Era de Rajoy. Si no es una idea muy original, puede ser orientativa de cara a perfilar el carácter insondable de los entrevistados y, sobre todo, un alivio para quien no tenía mejor asunto sobre el que llenar estas cuartillas.

José Ramón Giner, esfinge hierática de la opinión, optó, en un genial arrebato de locura, por una tarde clásica de pólvora y aventuras sin cuento, visionando Dos cabalgan juntos de John Ford y Hatari de Howard Hawks. Emilio Soler, olvidándose de las tribulaciones de Rubalcaba, se inclinó por la eficacia placentera de El hombre tranquilo de Ford y por la subversión sesentera de La Escapada (Dino Risi); y Jaime lorenzo, que debe tener planteada una noche tranquila de San Silvestre en su torre de marfil, no dudó en decantarse por las emociones fuertes revisando la inquietante Los 5.000 dedos del Dr. T (Roy Rowland) Y Alien, el 8º pasajero de Ridley Scott. Su hermano, el pintor Javier Lorenzo, prometió recrearse con Pasión de los fuertes del inevitable Ford, solo por el placer de ver a Victor Mature, convertido en Doc Holliday, recitando el monólogo de Hamlet, y Su juego favorito de Hawks, a mayor gloria de su obsesión de juventud, la casquivana Paula Prentiss. Mientras, Miguel Ángel Lozano, en un paréntesis de sus estudios sobre Azorín, no tuvo la más mínima duda y eligió, para aplacar la pesadumbre de la tarde, colarse en Sopa de ganso (Leo McCarey)y en la monumental Gigante, de George Stevens. Una elección que apuntaba, en parte, la afición de su alumno, el escritor Pepe Payá, por el «colosalismo» y la siesta interminable al decantarse, nada más y nada menos, que por Dr. Zhivago (David Lean) y Hasta que llegó su hora de Sergio Leone. Poco que ver con el gusto del profesor Juan Llaneras que, ante el asombro del cronista, aseguró su preferencia por Días de vino y rosas de Blake Edwards y El apartamento de Billy Wilder, asegurando que eran muy recomendables a la hora de olvidar las fiestas.

La opinión de los más jóvenes, aunque superaban la treintena, también dejo sus perplejidades en quien esto escribe. Joaquín Quilez, moderno y ensimismado, propuso otra curiosa combinación: la elegancia aséptica de Descalzos por el parque (Gene Saks) y la dinamita musical de Granujas a todo ritmo de John Landis. El fotógrafo Evarist Albert, con los ojos llenos de blanco y negro, se apuntó a dos peligrosos bebedizos: los martinis enloquecidos de La cena de los acusados (W.S. Van Dyke) y el molotof espumoso de Dr. JecKill y Mr. Hyde, versión Victor Fleming. Un programa suave si lo comparamos con el que Mario Paul -de quien reniego absolutamente- propone para, lejos de entregarse al reposo,continuar con la juerga del año nuevo: The warriors de Walter Hill y el Kill Bill (2) de Tarantino.

El cronista, volviendo a los vejestorios, se ha prometido ver Entre pillos anda el juego (John Landis) y La gran prueba de William Wyler, un western familiar y pacifista. Nada comparable a la elección del profesor Enrique Giménez, realizada con la intención de responder, nos dijo, a las reformas económicas del gobierno y de hacer un pequeño homenaje a Frank Capra, mediante un pase de Arsénico por compasión y Millonario de ilusiones. Esperando que el lector tenga ya preparada su sesión vesperal, solo nos resta desearle unas felices y baratas fiestas.