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Yo y mis contradicciones

Víctor Peña Dacosta hace un análisis del ser humano en el poemario Obsolescencia programada sin perder el humor

Víctor Peña Dacosta

Tenemos fecha de caducidad. No sabemos cuándo, pero todos tenemos que morir más pronto que tarde. Los replicantes eran unos expertos en esto de morir. Lo dijo Roy Batty en la gran película Blade Runner: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». Las máquinas mueren porque el capital así lo necesita. Eso se llama obsolescencia programada y es lo que nos ha tocado vivir.

Obsolescencia programada, de Víctor Peña Dacosta, publicado por la editorial chilena RIL, es un canto a lo que muere. La poesía de Víctor vive de la ironía, sin dejar de lado ese lado triste, el reverso tenebroso de cualquier situación. Su poética juega con el hoy y sus circunstancias, como ocurre en el poema que abre el libro, titulado Alzado de la rutina: «Tiene siete notificaciones nuevas. / Madres solteras, padres ausentes / y niños con llave. Altazor / es una línea de bajo coste. / Ariadna ha publicado un nuevo hilo en Twitter». La mezcla del símbolo con lo actual es marca de Peña Dacosta, que mezcla lo social con lo político sin perder el humor. El poema titulado Himno generacional es un claro ejemplo de ello: «Se nos rompían los chandals/y nuestros padres, que no reparaban/en gastos, compraban ordenadores/carísimos que quedaban obsoletos/en dos años. Poco sacrificio/en estos años de burbuja inmobiliaria./Todas las fiestas eran de disfraces./Cambiábamos de todo a la mínima».

Esta obra, dividida en cuatro partes, La vida en las ventanas, Balconings, Menchevique y Españolía, ofrece un juego de espejos muy interesante, mostrando influencias y mezclando lo actual con el propio interés del autor. Hay poemas que son cantos a la actualidad más descarnada, con ese sentimiento de culpabilidad que tienen los que hacen de la reivindicación su modo de ver el mundo, como el titulado Suplicarás clemencia: «Tú has sido feliz comiendo pescado crudo / mientras el Estado Islámico proseguía / el rodaje de su reality genocida financiado / por oscuros intereses occidentales. / Y has trabajado de esquirol en gasolineras, / antes de volver a montar en tu coche pensando / que, al fin y al cabo, la gasolina no huele / demasiado peor a como lo hace el dinero».

Cierra el poemario un texto que es toda una declaración de intenciones, una mirada al futuro, el poema titulado Campos de fresas a ratos, que tiene ese punto melancólico del que mira el pasado para ver qué le puede deparar el futuro: «Aquí criaré a mi hijo sin lujos / ni privaciones, incubando / rarezas y cánceres benignos. / Pero no me importa: lo que antes / hacía por amor hoy lo hago / por pereza, dinero o costumbre. / El caso es que sigo siendo aquel / que hace como que no se da cuenta / y finge que todo tiene gracia».

Víctor Peña Dacosta (Plasencia, 1985) es filológo y profesor de lengua y literatura española. En 2014 publicó su primer libro de poemas, La huida hacia delante; en 2016, el segundo, Diario de un puretas recién casado; y en 2019, el tercero, Obsolescencia programada.

Obsolescencia programada es la obra de un poeta con mucho que contar, con una mirada ácida de la sociedad, pero que, a pesar del humor, tiene cierto peso de nostalgia por lo que no podrá ser. Peña Dacosta es un tipo divertido pero, a su vez, es un animal político. Sus versos están plagados de ironía, pero también de dolor por el mundo que estamos dejando a los hijos. Tal vez el No future del punk se puede aplicar a su poética. Víctor es una de las voces más interesantes del panorama poético actual. Está tomando las riendas, ya lo dice él en los últimos versos de Campos de fresas a ratos: «Quizá algún día me convierta en mi padre. / Tal vez el futuro sea yo.»

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