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Antònia Font. Emocionante atalaya de madurez

El grupo Antònia Font.

Si el último álbum de Antònia Font, Vostè és aquí (2012), representó el experimento y el desafío, con su desfile de 40 aventuradas microcanciones que ponían a prueba su inventiva pop, este flamante Un minut estroboscòpica nos trae al quinteto de vuelta a casa. Antònia Font reaparece en una versión muy reconocible, como corresponde tras la larga ausencia, pero a su vez acusando el paso del tiempo con su factura temperada y su sobriedad melódica, tan bien encarnada por la añorada voz de Pau Debon, quintaesencia del cantante tranquilo.

Antónia Font Un minut estroboscópica

El tema titular, que vio la luz en diciembre, puso alto el listón con su psicodelia lírica (esos flashes visionarios de océanos y horizontes cósmicos) a juego con un estribillo esbelto y conmovedor, reposando sobre el sonido cargado del órgano de Jaume Manresa. Pero esa cima, pórtico del álbum, no está sola, y no hay más que aguardar a la siguiente pieza, Oh la la, tierna y escapista, donde vemos a Debon viajando con su «motor vegetal, mineral» y compartiendo en voz alta pensamientos casuales no exentos de acidez -«sa gent diu que sa gent és molt pesada»-, todo ello con vistas a París, esa ciudad fetiche para el compositor del grupo, Joan Miquel Oliver (que nunca ha puesto los pies en ella). El álbum combina tempos y tactos, con la guitarra un poco más presente que en obras anteriores, yendo a la esencia compositiva (la mitad de las canciones no alcanzan los tres minutos) y dejando un rastro de serena emotividad. Combatiendo el riesgo de pretenciosidad con ironía, ánimo coloquial y acentos de sintetizador aquí y allá con aires domésticos (y un saxo que no es real, sino producido con un teclado). Antònia Font como artefacto de naturaleza sensible, pero con su punto de primitivismo. Rinde un abnegado homenaje a los escaladores en Miquel Riera (figura que ya inspiró a Oliver en la incursión literaria de Setembre, octubre i novembre (2014) y retoma una materia que flota en su imaginario, el lamento por la Mallorca perdida, acosada por el turismo, en Cultura silenci, acogiéndose aquí a un tenue ritmo de samba.

El disco acaba afianzando su identidad en torno a unas canciones de amor que Oliver, según dice, por pudor se reserva en su carrera en solitario y que, en la voz de Debon, encuentran su lugar en el mundo: de Amants perfectes, suspirando por el dolor de la lejanía física -«penses que hi ha un màxim de posar-se trist?»- a la reconfortante Venc amb tu, canción que cierra el álbum apuntando al vínculo emocional íntimo como último refugio (dado que es lo único que nos queda: «es gruix de s’existència ja me té un poc emprenyat», desliza Debon). Ahí asoma la madurez del grupo en su nueva vida, destilando un escepticismo que no lo aparta de la misión de seguir creando apasionadamente las mejores canciones.

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