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Godard y Malaparte: in memoriam

Vista área de la casa Malaparte en Capri Pol Viladoms

Ante la reciente noticia del fallecimiento de Jean-Luc Godard a los 91 años, las redes han rendido tributo al gran cineasta francés inundándose con algunas de sus escenas más reconocidas, entre las que podemos destacar la de Brigitte Bardot y Michel Piccoli descendiendo la icónica escalinata de la casa Malaparte, verdadera protagonista de su obra maestra, Le Mépris (El desprecio, 1963).

El film de Godard refleja a la perfección el lamentable estado en el que la casa permaneció durante muchos años. Hoy, la casa -en manos de sus herederos- se mantiene gracias al ingente canon que algunas de marcas más conocidas (desde Louis Vuitton a Yves Saint Laurent) están dispuestas a pagar por un reportaje.

Sin embargo, muy pocos conocen la historia detrás de esta casa. No solo fue una pieza sublime de la arquitectura racionalista italiana, sino que fue realizada casi sin arquitecto.

Y no es que careciese de arquitecto. De hecho, el proyecto original se atribuye al gran arquitecto italiano Adalberto Libera, un profesional muy ligado (al igual que su coetáneo Giuseppe Terragni) a las corrientes fascistas imperantes en el momento. Precisamente su filiación política fue uno de los motivos por los que su cliente, el periodista y escritor Curzio Malaparte, decidió proponerle el encargo. En aquel momento, el paisaje de la isla de Capri, donde se sitúa la vivienda, se encontraba especialmente protegido. El proyecto concebido por Libera y Malaparte argumentaba que la casa pasaba totalmente desapercibida y se camuflaba en el litoral, a pesar de que en los planos el volumen prismático de la vivienda emergía como un rotundo, y nada discreto, artefacto. El efecto Libera, arquitecto bien visto por el régimen de Mussolini, unido a la estrecha relación con Galeazzo Ciano, yerno del dictador italiano, hizo que finalmente se concediese licencia a una obra de estas características.

Todavía hoy se discute si la casa es más responsabilidad de Libera o de Malaparte, e incluso qué papel desempeñó cada uno de ellos en el proceso de ejecución. No obstante, a tenor de la correspondencia cruzada entre Malaparte y el constructor, es indudable afirmar que el papel del cliente fue determinante para el resultado final. Malaparte fue el ideólogo de la famosa escalinata (Do its steps lead to infinity?, se preguntaba Robert Venturi cuando las subió por primera vez); Malaparte situó cada una de las ventanas del estar recorriendo el suelo en bruto y ubicándolas estratégicamente según las vistas preferentes; Malaparte tuvo la idea de colocar una ventana tras la chimenea para que se pudiera contemplar el mar; Malaparte diseñó los muebles, etc.

Sin duda, la casa Malaparte ha llegado hasta nuestros días como una de las estampas más bellas de la arquitectura moderna del momento, más allá de que fuera una obra que rompiera con la escrupulosa arquitectura vernácula y tradicional de la costa capriense.

Y es que hasta ahora sabíamos que existen algunos filmes que trascienden a sus directores, lo que la casa Malaparte nos demuestra es que algunas piezas de arquitectura son capaces de trascender a la propia obra cinematográfica de la que algún día formaron parte. Descanse en paz, Godard.

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