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Dar el sí a quemarropa

Dar el sí a quemarropa José Joaquín Martínez Egido

¡Y otra vez para Wisconsin! Eso fue lo primero que pensé cuando compré el libro y leí la sinopsis del final. Ya me lo había recomendado en dos ocasiones Carmen, mi amiga y compañera de trabajo, y no era para dejarlo por tener que volver a Wisconsin. La verdad es que en el último año me he paseado literaria y cinematográficamente por muchos de los estados del Medio Oeste americano. Los autores de esa parte del mundo parece que son prolíficos y exitosos. Así que a este paso me hago conocedor de la realidad que viven las personas de allí, pero las de los pueblos pequeños y las de las comunidades poco abiertas al exterior, porque al final, el espacio mediatiza las vidas, siendo estas el núcleo de las narraciones. Y eso es lo que ocurre también en Canciones de amor a quemarropa (Libros del Asteroide, 2014) de Nickolas Butler, una joyita aparentemente intrascendente, que se lee muy bien y se disfruta mejor. Así que he estado muy a gusto en Wisconsin.

La novela parte de ese espacio vital de unos amigos en los treinta y tantos, con una porción de vida considerable donde pesan los años de la juventud. Aquí son cuatro amigos muy diferentes entre sí, Henry, Lee, Kip y Rony, quienes, de la mano de sus novias y esposas, plantean ese tipo de acción. Hasta aquí todo más o menos leído en otras ocasiones, pero la novela se convierte en un singular artificio literario en el momento en que su autor, en 18 capítulos sin enumerar, convierte en narradores de cada uno de los capítulos a cada uno de los cuatro amigos y a Beth, la mujer de Henry, pieza fundamental para el núcleo narrativo y origen del propio título. Se trata, por tanto, de una narración polifónica con la que consigue una conexión emocional con el lector mediante la empatía con cada uno de los personajes. Esto sería lo que sucede, por ejemplo, cuando Henry realiza la semblanza de su padre (pp. 187-189). Son vidas cotidianas en donde los pequeños detalles son fundamentales. Eso sí, con el contrapunto de que Lee haya triunfado en el mundo de la música.

Esa es la forma de la novela, la del contrapunto: personaje a personaje, como es el caso de Henry, quien se ha quedado en el pueblo, Little Wing, en la granja de la familia y tiene esa concepción de nación que se conoce como la América profunda (p.269-270), frente a Lee, músico de éxito en todo el país; el tratamiento del tiempo de forma no lineal, confrontando pasado y presente; personajes femeninos de extractos sociales diferentes, etc. Todo está calculado, medido, para que el lector vaya entrando en cada una de las vidas asistiendo a lo que es un desarrollo vital que conecta con los sentimientos vitales: el amor a la vida, a la pareja, a la amistad por encima de casi todo. De ahí, el propio título: «Lo de ‘dar el sí a quemarropa’ viene de esas antiguas bodas en las que el novio, siempre en la mira de la escopeta del futuro suegro, no tenía escapatoria» (p.176). De tal forma, que, aunque estemos en Wisconsin, sirve para cualquier parte del mundo ya que se habla de los sentimientos que nos hacen el ser personas.

Para que esto suceda, además de la estructura, la conformación progresiva de los personajes, la temática que aborda, aparentemente sencilla, pero con muchos matices y detalles, se consigue mediante una sintaxis compleja, pero cercana a lo que podría ser una oralidad muy planificada, tanto en los diálogos, como en las reflexiones y narraciones de cada protagonista. Un ejemplo de ello sería una frase de 70 palabras construida mediante coordinaciones, yuxtaposiciones y subordinaciones adjetivas (p.79). Y todo se lee de forma fácil.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Además de porque posee una estructura narrativa muy atractiva y porque se establece una excelente empatía con los personajes, porque goza de ese poder de las buenas historias que pueden trascender y equiparase con nuestras propias vidas, aspecto que siempre favorece el que podamos entender mejor a nuestro propio círculo y, en definitiva, a nosotros mismos. Desde luego, Carmen, que vale la pena ir a Wisconsin a conocer a todo este grupo de amigos.

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