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García Freire, la muerte y el viento

Natalia García Freire. información

La ecuatoriana Natalia García Freire nos ofrece su segunda novela, titulada Trajiste contigo el viento, publicada en España por La Navaja Suiza y en Colombia por Himpar Ediciones. García Freire realiza una exploración de las líneas de la penumbra, de la realidad ficcional y la ensoñación, al igual que desarrolla su propia topotesia, es decir, la descripción de un paisaje, de un lugar instituido en la espacialidad simbólica, donde tales espacios simbólicos se enlazan con la memoria, materia transformable por el inexorable transcurrir del tiempo. La memoria, ese fantasma persistente en un tiempo indeterminado de color sepia, borroso y desgarrado, el viento que transporta los ecos sin tiempo y que puede trastornar a los habitantes, los habitantes convertidos en salvajes porque habitan en el temor, el fuego que reside dentro de los personajes, la violencia constante, voraz y cruel («una vez obligué a Zaida a golpearse un dedo con la piedra grande con la rompíamos los toctes»), la violencia impune como queda impune la orfandad y el desalojo de las tierras (realismo social), el mencionado paisaje que acompaña a los personajes mediante el recuerdo de la infancia y que determina las vibraciones de sus alegrías, la temperatura de sus emociones, el tono de sus horrores, la amargura de su nostalgia.

García Freire, la muerte y el viento

Nueve capítulos lastrados por el manierismo y lo abigarrado, nueve personajes, nueve voces narradoras y cada personaje vinculado a un animal y a un paisaje, aunque converjan en Cocuán. Coquan es el nombre del medicamento genérico que toma la autora durante la gestación de la novela y que da nombre al pueblo (Cocuán) de la narración, «la agonía del campo», un lugar donde suenan y se solapan voces que resuenan cual aullido, un espacio indistinguible pero con sus propios elementos (heno, bosque, sendero, río) mediante los que se dibujan seres y elementos agrestes alejados del arquetipo andino. Un choque entre la vertiente tradicional que explota la tierra y la vertiente indígena que preserva la vida de los lugares, un enfrentamiento constante en el bosque como único lugar seguro en una tierra fértil para la naturaleza, pero insana para el hombre.

La novela, con influencias de la argentina Sara Gallardo, del norteamericano William H. Gass y de Shirley Jackson, comienza con la historia de Mildred, a la que otros personajes hacen referencia mediante sus puntos de vista, los cuales conforman un caleidoscopio de lo que aconteció. Estamos ante personajes falibles, vulnerables, enfermos, lacerados como Mildred con el cuerpo cubierto de llagas, rencorosos como Ezequiel, de «cerebro como un laberinto enloquecido», criado entre una violencia que perpetúa esa violencia en su «mundo de colinas labradas» sin «vendas que cubrieran lo que veía allí»; chismosos como Agustina, «les contaré lo que sé», que «estamos hechos de polvo y mal, como las pesadillas» y que «sentí ganas de matarla… porque yo estaba oscura por dentro. Como todos nosotros»; sin consuelo espiritual como el nuevo párroco Manzi; como Carmen y esa persecución más allá del peñasco de la locura al compás de los inesperados aullidos; como Víctor y la búsqueda de unos «cuerpos que la tierra amamantaba con su dulce leche»; como Baltasar y la muerte de la «niña que atraía con su voz la niebla»; como Hermosina y el fuego interior incombustible; como Filatelio quien escucha «al viento, ese viento tibio, el viento que hace decrecer las aguas, el viento que trae tórtolas y golondrinas». La imprevisible fragilidad mental, los otros (los muertos), las deudas de un pasado devastado que se proyecta sobre el atroz presente de los delirios, el desgarro interior y una estela de luz que se hunde, pero que nadie ve, porque nadie la puede ver.

Cocuán huele a «agua sucia y a roña», «a carne, a caca de vaca, a piel gruesa de cerdo y orines de pájaro, huele a desquicio», una «feria de atrocidades» con su «corazón podrido de rata que latía en su centro». Cocuán, donde todos saben lo que uno es y lo que uno no sabe que es. Desconsuelo e inquietud, irreverencia y ferocidad. La muerte y el viento.

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