Personajes femeninos anacrónicos

M. Marne

No sería raro pensar que las escritoras que abordaron la literatura policíaca de quiosco lo hiciesen imitando a sus compañeros. La mismísima Agatha Christie alcanzó mayor reconocimiento con Hercules Poirot que con Miss Marple: todo parece indicar que los roles masculinos funcionaban mejor y resultaban más verosímiles en un momento en el que las mujeres aún no podían acceder a determinados empleos. Aunque en su mayoría recurrieron a la creación de hombres para interpretar a sus detectives, encontramos alguna excepción. E incluso cuando ellos llevaban las riendas de la investigación, no era raro encontrar alguna compañera que les ayudase llevando el caso, o en su defecto secundarias con carácter y con identidad propia.

Josefina de la Torre en Alarma en el distrito sur (1939) introduce a Mabel Norton, una colaboradora de la policía que trabaja de incógnito tratando de descubrir a un extraño asesino en serie que tan solo ataca a médicos de una zona determinada de Londres. No contenta con eso, también tendremos a una profesional de laboratorio, la señora Bianchetti, alguien fundamental para analizar unas pruebas que determinarán de qué modo están acabando con la vida de todas las víctimas.

Robert Clay será el detective de Cena siniestra (1944). Aquí, se acusa a una esposa de acabar con la vida de su marido, y unos de los elementos que inclinan la balanza en su contra es su carácter y su actitud en el juicio: se niega a presentarse como una viuda apesadumbrada y abatida. La frialdad de su persona y su falta de emotividad harán que los vecinos la sometan a un escrutinio mucho más duro del que emitirá el juez. Sin duda, un personaje femenino que se aleja de los roles que la sociedad de los años 40 atribuían a las mujeres.

A pesar de lo que nuestro país consideraba que debía ser una mujer, estas autoras se atrevieron a crear personajes femeninos independientes. La excusa perfecta la daba la obligación de ambientar estas obras en países extranjeros donde el papel de las mujeres no estaba tan infravalorado como en nuestras fronteras.