Leemos

Solo ser feliz

La ciudad de Lara Moreno o la demostración de la invisibilidad de las violencias sociales en la mujer

Lara Moreno

Lara Moreno / JoséJoaquínMartínezEgido

José Joaquín Martínez Egido

Siempre me pregunto qué detalle es el que origina el que un escritor comience una novela. En este caso concreto, no sé cuál sería el que motivó a Lara Moreno a escribir La ciudad (Lumen, 2002), pero lo que denota su escritura es que su prosa está al servicio de un concepto concreto: la opresión que viven muchas mujeres de la España actual. La autora muestra de forma aparentemente tranquila, y muy elegante, lo que puede ser la desesperación y el miedo que pueden llegar a vivir determinadas mujeres. Siendo este uno de los hallazgos de la novela, es decir, desde la primera página, me sumerjo en una lectura que me va conmoviendo y atenazando el corazón más allá de su final.

Son tres mujeres: Irenia, una treintañera divorciada, con una hija en custodia compartida, con un exmarido sin problemas de relación, con trabajo, con su piso alquilado, que vive con Max, su pareja actual, bastante más joven que ella: «Parece que dentro de la casa hubiera un animal. […] Es un hombre enfadado no se sabe bien por qué», p. 11; Damaris, viuda, asistenta y cuidadora de unos gemelos, con una historia de desgracias en su país y que intenta ganar dinero para su hija que dejó allí (personaje que por sí sola merecería una novela): «Se llama Damaris y es de un pueblo cercano a Armenia, en el eje cafetero de Colombia. Lleva en España diez años y tiene cincuenta», p. 36; Horía, marroquí, trabajadora de la fresa en España, sin futuro en su país y con un hijo adolescente que la espera y que respondía al perfil que se buscaba: «Mujeres responsables, acostumbradas al trabajo, decentes, honestas. Con gente a quien cuidar, con la obligación irrenunciable de volver. Mujeres, además acostumbradas al campo», p. 49. Ellas tres sin ningún personaje masculino que posea una mínima carga positiva en la narración, quizá porque, en la concepción de esta novela, no sea necesario.

Mediante la técnica de la secuencia sin numerar y alternando las tres historias, la autora parte de la narración en presente del momento actual de las tres al coincidir en un edificio de la plaza de la Paja en el centro de Madrid: Irenia, alquilada en un piso interior; Damaris, asistenta en uno de los pisos nobles; y Horía, casi refugiada en la portería. Ese edificio representa una metonimia de la vida, de la sociedad, el lugar en el que coinciden sin relacionarse, sin implicaciones entre ellas, con sus historias en secuencias alternas: la de Damaris y la de Horia como historias casi independientes narradas en pasado, contraponiéndolas con las actuales narradas en un presente muy designativo, casi fotográfico y, en muchas ocasiones, impertinente.

Y todo ello en un edificio de Madrid, en una calle y en un barrio. Marco para el costumbrismo de la vida cotidiana: el mercado, los paseos, las terrazas, el camino hacia el trabajo… Una cotidianeidad que contrasta con las vidas de esas tres mujeres, las cuales están perfectamente integradas en ese paisaje urbano hasta el punto de no presentar característica alguna que denote tanto las tragedias pasadas, como las desgracias que soportan, por lo que pueden ser encumbradas a muestras de la disfunción social.

Si las historias en su devenir son diferentes, también lo es la progresión temática encarada en cada una de ellas, pues las de Damaris y Horía, al contarlas desde antes de su llegada a Madrid, contienen muchos datos y sentimientos, frente a lo que supone la trama desarrollada por Irenia, la cual se ve ralentizada, repetitiva hasta el casi desenlace en el que el lector puede llegar a entender completamente al personaje. Este contraste se convierte en un rasgo distintivo de la narrativa de Lara Moreno al tratar, dentro de una misma novela, el argumento al servicio del sentimiento y de la comprensión y empatía final del lector.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque presenta la visión literaria de una escritora sobre tres mujeres infelices, las cuales soportan diferentes violencias y abusos, en una gran ciudad como Madrid mediante la construcción de una buena estructura narrativa; y porque literaturiza perfectamente mediante una radiografía de la actuación realista, de tanta tradición en las letras españolas.